Condenada a ser carne de cañón – Capítulo 1

Tiránica crueldad; golpeada hasta la muerte

Después de graduarse, Liu Yangyang buscó trabajo como jardinera en uno de los parques de la ciudad. Llevaba tres años contratada, trabajaba con esmero y siempre mantenía la cabeza gacha; de ese modo se ganó el favor de sus superiores.

Sin embargo, tenía veintiséis años y seguía soltera. Su familia, ya desesperados, no paraban de organizar citas para ella. De hecho, ese mismo día, al salir del trabajo tenía una de esas reuniones, pero la idea no le hacía mucha gracia.

Después de comer se sentó a leer una novela con la que ya llevaba tres días enfrascada. Se titulaba «La consorte que huyó del Lord» y trataba sobre una mujer que se metía en todo tipo de problemas. A pesar de que la trama era bastante trillada, el estilo del autor le gustó y acabó atrapada en sus páginas.

La historia estaba llegando al clímax: el protagonista por fin atrapó a su prometida pero ella no estaba dispuesta a compartirlo con su harén. Y él, enamorado como estaba de ella, lo disolvió sin pensarlo dos veces. El tema estaba en que las concubinas y esposas de esa época, eran mujeres sin más ocupación que complacer a su señor, de modo que se quedaron sin hogar ni refugio y muchas terminaron odiando a la protagonista y planearon su venganza.

Ideaban todo tipo de planes rebuscados con todo tipo de venenos, pero la protagonista, como tal, siempre se las arreglaba para sobreponerse a todo con la ayuda de su prometido. Un hombre con un gran talento para el combate y unas habilidades envidiables.

Ese día, descubrieron los malévolos planes de una de las concubinas y fue condenada a muerte para dar ejemplo. La escena era excesivamente sangrienta y brutal, pero para Liu fue sin duda lo mejor del libro.

Estaba tan metida en la lectura, que cuando extendió el brazo para coger el vaso de agua de la mesa, por error atrapó el cactus que tenía allí clavándose sus afiladas púas y el tiempo se ralentizó.

Liu frunció el ceño extrañada, todo pareció moverse a un ritmo tan sumamente pausado que no podía ser real. Intentó pestañear pero fue incapaz de moverse, una gota de su sangre cayó sobre la mesa y la escena cambió.

Lo que antes fue su escritorio de contrachapado, gastado por el paso de los años, ahora era una mesa nueva de madera maciza de palisandro. «¡Esa mesa costará un ojo de la cara!», Liu Yangyang pestañeó confusa y aturdida, se sentía mareada.

—¡Ah, señorita Xiu! ¿Cómo se ha pinchado el dedo? — Se asustó al escuchar una voz tan cercana y volvió en sí. «¿Dónde estoy?» se encontraba en una habitación de decoración clásica, por no decir antigua.

«¡Oh, vamos! ¿Me he quedado dormida? ¿Cuánto puede costar todo esto?». Pero, lo extraño no se limitaba solo a la habitación.«¿Por qué esa chica viste así? ¿Qué está pasando? No puede ser que haya transmigrado, ¿verdad?».  

—Señorita Xiu, señorita Xiu. ¿Qué le ha pasado? —La chica estaba muy inquieta; le dió dos empujoncitos a Yangyang antes de que le respondiera.

—¿Do, dónde estoy? —preguntó inquieta, con un tic en el ojo.

—Señorita Xiu, —La muchacha sollozaba arrodillada a su lado—. Señorita Xiu, por favor. Por favor, no asuste a su sirvienta. ¿Qué le ha ocurrido?

«¿Señorita Xiu? ¿Sirvienta? ¿Estoy en el medievo?» Liu Yangyang se levantó de golpe; debía confirmar su teoría.

Salió corriendo de la habitación y acabó en un patio pequeño de estilo tradicional: en mitad del lugar había un pabellón, con mesas y sillas de piedra. Mirase donde mirase, no podía encontrar cables telefónicos, pintura fluorescente, luces eléctricas ni ningún otro signo de modernidad.

¡Oh, no! ¡realmente había transmigrado! Se suponía que debía acudir a una cita esa tarde. «¿Acabé en el pasado solo porque me pinché con un cactus? ¿Qué clase de método de transmigración1 era ese?»

«Respira hondo. Calma, sólo relájate. Si pude llegar aquí, habrá una forma de volver. No tuve un accidente de tráfico, ni tampoco me caí de las escaleras. Mi cuerpo está bien. Estoy segura de que puedo volver».

—Señorita Xiu, ¿se siente mal? ¿Quiere que su sirvienta vaya a buscar a un médico? —La chica volvió a aparecer, tan agitada como antes.

—¿Señorita Xiu? —Le daba la sensación haber escuchado ya ese nombre—. ¿Bai Xiangxiu? —murmuró inconscientemente.

—¿Qué pasa, señorita Xiu? ¿Hay algún problema con su nombre? —preguntó la joven, aún con la cara humedecida por el llanto.

—¿Xiaoshi? —Estaba a punto de llorar. Miró a la chica, con la esperanza de equivocarse, pero ella asintió observándola con una mezcla entre temor y recelo.

¡Mierda! De todas las personas en las que podría haber transmigrado, acabó en el cuerpo de una que moría apalizada. ¡La concubina Xiu! ¡Já! Se sintió desfallecer y aterrizó sobre un montículo de tierra, mientras Xiaoshi seguí llorando a su lado, irritándola.

—Eh, Xiaoshi. ¿Podrías dejar de llorar?

—¡Pero su sirvienta está muy asustada por el comportamiento de su señora! —Xiaoshi debía tener entre trece y catorce años, así que era comprensible.

—Está bien, está bien. Estoy perfectamente. —Trató de tranquilizarla—. Ayúdame, anda. —Le tendió el brazo para que le echara una mano. Ella también tenía muchas ganas de llorar, pero sus lágrimas no saldrían.

Xiaoshi ayudó a su ama a levantarse, y la acompañó hasta su cama para que descansara un poco. El lecho era algo grueso, pero aunque tuviera varias almohadas encima, seguía sin ser igual de cómodo que un colchón.

—Tome un poco de agua, señorita. —Xiaoshi le ofreció un vaso de agua, y sacó un pañuelo para limpiarse las lágrimas cuando Liu aceptó el recipiente.

Por fin consiguió calmarse tras beber un poco. Ahora, su prioridad era reconducir el argumento para que, como mínimo, no la apalearan. Aceptaría cualquier otro tipo de muerte, pero esa no, y se deprimió al recordar la escena.

—¿Ocurrió algo interesante en estos últimos días? —El tiempo en el libro era más bien efímero, así que la única forma de saber en qué punto de la historia estaba era orientarse por los acontecimientos de la novela.

—En respuesta a la señorita Xiu: todos están ocupados organizando la nueva estancia y preparando todo para el cumpleaños de la señora. Hemos estado muy ocupadas. —Xiaoshi antes estaba muy asustada, pero se calmó cuando su ama volvió a comportarse con normalidad.

El cumpleaños de la señora todavía no tuvo lugar, así que había pasado menos de un mes desde que el protagonista se convirtió en príncipe, a pesar de la ausencia de sangre real, y acababa de regresar del campo de batalla. Menos mal, aún tenía tiempo. La protagonista todavía debía debutar y Liu estaba lejos de su muerte. Mientras no crease problemas, ni escándalos y mantuviera un perfil bajo, tendría probabilidades de sobrevivir, y cabía la posibilidad de encontrar el camino de vuelta a casa.

—Puedo hacerlo sola, no necesito más tu ayuda. —Le dijo Liu en tono autoritario, y con un gesto de la mano le restó importancia.

Desde joven Yangyang tuvo que aprender a cuidarse sola, y no le agradaba tener a alguien siempre encima preocupándose por cada pequeño gesto. ¡Ya no era una niña!

*Créditos*

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