El banquete de cumpleaños
Bai Xiangxiu se esforzó muchísimo en preparar el regalo, y después en pulir la talla y pintarlo, hasta Xiaoshi estaba anonadada con el resultado.
—¿Realmente es para la Señora?
—Sí, ¿qué opinas?—le preguntó animada; el orgullo que sentía por su obra se reflejaba tanto en su mirada como en su postura.
Xiaoshi asentía tan emocionada que tuvo que parar por miedo a perder la cabeza. ¿Cómo era posible que, después de tantos años juntas, no tuviera idea de que su ama poseía tal habilidad? ¡Era realmente espléndido! Seguramente, después de recibir ese regalo, la señora miraría con otros ojos a la señorita Xiu. Bai, satisfecha con la reacción de su sirvienta, se dedicó a escoger su vestuario para la fiesta.
Su rostro era hermoso de por sí, incluso si apareciera sin maquillar, atraería muchas miradas indeseadas. Estaba decidida a ocultar su belleza esa noche, ya que era el rasgo que más odio y rencor despertaba en la señora hacía ella. Sin embargo, necesitaba y deseaba seducir al personaje secundario, pero no podía permitirse morir antes de tiempo.
Con esos sentimientos contradictorios eligió un vestido azul claro que no parecía demasiado casual con un chaleco rojo por encima; ni muy llamativo ni simplón. Al fin y al cabo era un día de buenas nuevas y debería encarar a la señora.
Decidió escoger unos pocos accesorios para el cabello; ya le resultaba pesado su propio pelo como para añadirle más carga. Si seguía llenándose de adornos terminaría con una lesión en las cervicales.
Xiaoshi suspiró. «La señorita es demasiado hermosa. Incluso se está vistiendo tan discreta por miedo a que la acusen de seducir al príncipe».
—Gasta algo de dinero, y encuentra a un par de sirvientes que puedan llevarlo. Y por favor, que no se les caiga—Bai dio las instrucciones antes de levantarse y contemplar su reflejo en el espejo de bronce. Por más discreto que fuera su vestido, su belleza seguía sobresaliendo. ¿Por qué un rostro tan perfecto tendría un final tan trágico? ¿Sería tal vez, por no tener el aura característica de la protagonista?
En realidad Xiangxiu sabía, por todos los libros que leyó, que las concubinas en esa época no tenían ningún tipo de poder. Aunque entrara a la casa por medios legítimos, seguiría siendo una mera concubina, alguien prescindible.
Ese día ninguna de las cuatro concubinas tenía permitido disfrutar del banquete. Sólo debían entregar sus presentes e irse en cuanto las mujeres de la familia1 llegasen. Podrían quedarse sólo si la señora, quien presidía el evento, o bien el mismo príncipe lo permitían. Pero Bai sabía que ese día ninguna se quedaría, aunque tampoco es que le supusiera ningún problema, su único interés era entregar su regalo y captar la atención de Song. Y tendría su oportunidad pronto, ya que los presentes se obsequiaban antes de la entrada de los invitados.
Los comensales ya debían de estar reunidos con la señora, así que tal vez tendría una oportunidad de ver a Jiaoyue. Sólo pensar en encontrarle despertaba esa sensación de mariposas revoloteando en su estómago. A fin de cuentas ella lo escogió, si todo salía según lo esperado él la salvaría de su trágico fin; aunque también podría… No, no podía esperar nada más de él, que salvase su vida ya sería el mayor regalo.
Ambas se dirigieron a la sala principal, donde ya se habían reunido muchos invitados. Aunque la mayoría eran familiares o bien trabajadores del mismo complejo.
Antes de que Long Heng recibiera su título como Príncipe Li, su familia ya era extremadamente copiosa. Y a pesar de ser su rama familiar la más exitosa y fuerte, sus miembros eran escasos.
Su padre también fue un general que pasó años y años en el campo de batalla. Tuvo dos hijos con dos de sus concubinas2 aunque ninguno de ellos sobrevivió. Su hija también nació de una concubina, aunque ya estaba casada desde hacía muchos años.
Entre tanto, su esposa, conocida como soltera Liu y la actual señora, sólo dio a luz a un niño, Long Heng. Pero en cuanto éste recibió el título de príncipe, ella, quien derramó sudor y lágrimas al criarlo, se ganó el respeto de todos. Ese año, incluso el monarca actual le envió un regalo. Una pintura de cien años de antigüedad, que ya hacía tiempo que lucía colgada en la sala principal.
En cuanto llegaron, se ordenó a las cuatro concubinas arrodillarse ante el cuadro y presentarle sus respetos, siguiendo las normas de la casa. Así pues, sin siquiera haber visto a la señora por el rabillo del ojo, tuvo que arrodillarse y presentarle sus respetos al cuadro, para ya después, apoyándose en su sirvienta, ir a presentarle sus respetos a la señora.
Las rodillas de la gente de esa época realmente sufrían a diario. En cuestión de minutos se arrodilló dos veces. ¡Dos! Y mientras se quejaba por tan original tortura antigua escuchó a alguien anunciar: «¡Su Alteza ha llegado!» y no pudo evitar poner los ojos en blanco. Significaba que tendría que arrodillarse otra vez, ¿no?
Y así fue. Long Heng se sentó tras felicitar a su madre de corazón, y tras eso las concubinas debían arrodillarse ante él, a modo de saludo.
—Levantáos. Todos nos conocemos aquí—. La señora parecía una persona distinta hoy, más amable. Tenía sentido, no tenía que ordenar asesinar a nadie, pero aún desprendía cierto aire de superioridad. Bai Xiangxiu, de hecho, la temía tanto que ni levantó la cabeza.
No podían culparla por ser tímida. Creció en una sociedad moderna, era una simple ciudadana que jamás vio siquiera cómo mataban la carne que comía; de modo que el impacto que le causó ver morir a alguien ante sus ojos, no fue pequeño y no sería fácil de superar.
Bai se levantó junto a las otras tres mujeres, tratando de pasar lo más desapercibida posible, pero en cuanto se sentó escuchó cómo la señora saludaba a Song, quien ya estaba presente.
—No estés de pie, siéntate, siéntate. ¿Cómo está tu madre? ¿Vendrá más tarde?
La mirada del joven pasó por las figuras de las cuatro mujeres antes de reírse por la pregunta.
—En respuesta a la señora: Mi madre, obviamente, vendrá. Lo que pasa es que hacía tiempo que no dejaba la residencia, así que temo que tardará un poco en llegar.
—Cierto—rió—. No nos hemos visto en varios meses. Últimamente los asuntos de nuestras casas nos han tenido ocupadas, y no hemos podido reunirnos para hablar un poco. ¡Me temo que puede que ni aparezca!— Song solo sonrió en respuesta, siguiéndole educadamente la conversación.
Mientras hablaban, el protagonista no dijo ni una sola palabra, es más, ni siquiera se movió. Era tal y como lo describían en la novela: ¡Valoraba sus palabras más que el oro!
Bai Xiangxiu solo esperaba poder entregar su regalo e irse, ya tenía al público que necesitaba. Para entonces, el sirviente detrás de la señora intervino animado.
—Señora, mire, las esposas y las mujeres están deseosas de desearle longevidad. ¿No debería pedirles que lo hicieran?
Sus palabras la incitaron a continuar. Se estaba haciendo tarde, y las concubinas deberían presentar sus regalos para mostrar su sinceridad y buena voluntad, antes de irse y que las mujeres junto a las hijas oficiales hicieran lo mismo.
—Sí, deja que se acerquen—sonrió la señora.
Sin embargo, los labios de Bai se fruncieron. Sabía que la posición de las concubinas en la antigüedad no era buena, pero las trataban como a esclavas. El hecho de presentar el regalo era más el acto de un mendigo pidiendo limosna que otra cosa. Y por ello no pudo evitar deprimirse un poco.
En todo caso, «¿quién le mandó transmigrar al cuerpo de una concubina y no al de la protagonista?» pero tendría que tragarse todo ese resentimiento y sentarse a esperar su turno. El orden de entrega iba según las estaciones de las residencias: primavera, verano, otoño e invierno, así que era la última. Además, se intercalaron una de las primas y uno de los personajes secundarios, una chica que tuvo un destino peor al suyo propio.
Bai la observó curiosa. En la novela se la describía con una silueta similar a Lin Daiyu3, pero por desgracia, tenía una personalidad horrenda. ¿Qué tipo de mujer sería realmente? Tenía muchas ganas de verla actuar.
Le bastó un vistazo para determinar que no era más que carne de cañón, al igual que ella. Ambas estaban en esa misma categoría, aunque si no fuera así, tampoco estaba a la altura del rostro y el estilo de Lin.
Alguien como ella no podía ser protagonista. Aunque tuviera una buena figura y rasgos bonitos, su forma de hablar dejaba mucho que desear. ¿Qué clase de hombre la querría? Sin embargo, no dijo nada fuera de lugar ante la señora, simplemente la felicitó. En cuanto terminó, ordenó a la sirvienta traer su regalo, pero la joven tropezó y cayó.
Y la pequeña prima no pudo evitar sonreír ante tal escena.
—¡Mírate! Normalmente eres bastante lista, ¿qué pasó, te volviste estúpida de repente? Levántate rápido, no vaya ser que ensucies los zapatos de mi primo. —Dicho esto, tosió un par de veces antes de simular una ligera sonrisa, que hasta un ciego vería que iba cargada de desprecio hacia su sirvienta. Se burló de su criada que intentó llamar la atención del Príncipe. De no ser así, ¿por qué se caería de esa forma la chica? Por otro lado, la joven era su propia sirvienta. Su personalidad era extremadamente desagradable.

*Créditos*
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