Condenada a ser carne de cañón — Capítulo 15

Los rumores no son fiables

Bai Xiangxiu no tenía ninguna intención de pelear con ella por el protagonista. Es más, quería que se enamoraran lo antes posible y compartieran cama. Así que trató de decirle alguna que otra palabra en favor de Long, para mejorar su imagen a ojos de la protagonista. 

Sin embargo, justo cuando iba a empezar a hablar, dos sirvientes aparecieron desde el otro lado de la montaña y, obviamente, ninguno vio ni a las mujeres paradas allí, ni al protagonista y compañía, que acababan de pasar relativamente cerca del lugar. Estaban allí, hablando alegremente, como si su verdadera intención fuera que les oyeran.

Lo cierto es que el mundo de la novela no se podía controlar; los acontecimientos cambiaban con bastante facilidad por simples actos.

—Escuche que la familia Xi ya llegó. Já, elegir este día entre todos los posibles. ¿Será que intentan hacerle la vida difícil a la señora?

—Cierto, cierto. Realmente desprecian al príncipe y a la señora. Su alteza ya dio la orden de arresto, en cuanto pongan un pie en la residencia serán detenidos. Además, escuché que a uno de los hombres ya lo golpearon hasta morir.

—Hablando de eso—suspiró—. Me da mucha pena Xi. Solo quería mejorar un poco su estatus social. ¿Qué sirvienta no sueña con eso? Si hasta las concubinas y las señoritas que acudieron al banquete sueñan con acercarse un poco más al príncipe. Por no hablar ya de todas las sirvientas de palacio. Y aún así, tuvo mala suerte y lo pagó con su vida.

—Sí, realmente se pasó de la raya. Ser tan cruel con una simple muchacha. 

—Tampoco es tan extraño. Escuché, que durante la guerra, capturaba a las mujeres enemigas y se las entregaba a sus subordinados, que hacían lo que querían con ellas hasta que morían.

—¿¡De verdad!?

—¡Claro! Lo escuché de los mismos soldados. ¿Cómo va a ser mentira?

Mientras escuchaba su cháchara, miró a la protagonista que, con cada palabra, palidecía más y más. Cuando se marcharon, se apresuró en tratar de suavizar la mala impresión que le habían dejado del príncipe.

Sabía que la protagonista sería encontrada, tarde o temprano, a pesar de huir, pero si el final feliz llegaba antes ¿no la echarían de la mansión con antelación? Era muy probable, aunque tal y como estaba la situación con la señora, tal vez la defendería, pero debía desaparecer de ese horrible lugar y no regresar jamás. Seducir a Song era su máxima prioridad y debía lograrlo sin importar el coste, sólo él podría evitar su trágico fin.

Por su propia vida y su final feliz, debía intervenir.

—No deberías escucharlos—. Levantó las manos y las agitó frente a su cara—. No son más que rumores infundados. La sirvienta de la que estaban hablando murió porque iba a herir al príncipe. En cuanto a lo del ejército, eso es, obviamente, falso también. El príncipe es muy amable con las mujeres del complejo. Bueno, no en realidad. Más bien se comporta de forma fría y desinteresada, pero aún así, no golpearía ni mataría a nadie solo porque le apeteciera.

Ehm, ahora bien. Después de todo ese discurso que acababa de soltar, ¿por qué la protagonista miraba aterrorizada algo a sus espaldas? Es más, a su lado estaba Xiao Shi arrodillada, tratando frenéticamente de llamar su atención. Pero estaba demasiado absorta en la explicación como para darse cuenta de ello. Solo esperaba que esta vez, la ley divina; «siempre pasa algo malo cuando la protagonista aparece», no se cumpliera.

Cuando, por fin, se dió la vuelta, se topó con el protagonista, el personaje secundario y otro par de nobles parados a su lado. Todos ellos la observaban con expresiones variopintas. 

Aunque era tranquila, en ese instante perdió la compostura y su rostro mostraba tal asombro que estaba claro que tardaría en recobrarse. Long Heng, a su vez, frunció el ceño. Antes, cuando escuchó como esa mujer lo defendía, sintió algo. No necesitaba tal defensa, pero aún así, le había afectado; esa mujer parecía entenderle y confiar en él. Era una sensación extraña, pero agradable.

Xiao Shi, al ver a su ama tan conmocionada, se apresuró a ayudarla. Temía que cayera enferma de nuevo, se acababa de recuperar de la anterior crisis. Con su ayuda, Bai se arrodilló.

—Su alteza—su voz temblaba. Pero no era miedo, sino, más bien, una mezcla de sorpresa, enfado y preocupación por la protagonista. 

No estaba segura de si realmente conseguiría escapar con tanta gente mirándola, pero, por lo visto, no tenía de qué preocuparse. Justo cuando Long iba a preguntar por la identidad del sirviente, este huyó saltando al agua del estanque que tenía detrás.

—¡Ah! ¡Qué frío!— Y esa era la protagonista. ¿Qué haría si enfermaba? Heng podría usar eso como excusa para enfadarse con ella. 

Bai extendió su mano, como si quisiera pararla, pero fue inútil. No quería que algo así ocurriera, no le hacía mucha gracia que la golpearan hasta morir por una tontería. ¡Acabaría con un trauma de por vida!

—¿Conoces al sirviente?— Long Heng ya hacía rato que se percató del arrogante mozo que los estaba observando, más bien espiando. No sabía qué era lo que quería, pero estaba seguro de que no pertenecía a palacio. 

Se había pasado la vida en el ejército, luchando con diez mil personas a su alrededor, podía reconocer a simple vista a los suyos. Y ese tipo, no era uno de los sirvientes de su casa.

—No, no lo conozco—. Negó con la cabeza; no se atrevía a decir que reconoció a la protagonista. Sin embargo, por lo que acababa de pasar, estaba claro que esa mujer le traería problemas, por eso seguía asustada.

—¿A sí? En tal caso, ¿por qué hablaron durante tanto tiempo?— En realidad, sabía perfectamente lo que hacían. Escuchó tanto la conversación de los sirvientes como la de ellos, pero no entendía por qué ella le había explicado todo eso a un simple paje. Salvo que conociera su verdadera identidad y fuera alguien más. 

—Ahm, su concubina y ese sirviente se encontraron por casualidad, y se escondieron al escuchar a esas dos personas diciendo mentiras por lo alto. No lo conozco, simplemente sentí que es una buena persona—. Será mejor que no diga nada malo de la protagonista, porque podría perjudicarla en el futuro.

—Tiene razón—tosió uno de los nobles—. Estaba muy asustado cuando huía. No parece que sea capaz de hacer daño a nadie—apoyó a Bai, aunque para sus adentros estaba rezando para que al príncipe no se le ocurriera ir tras su prometida.

En principio se sorprendió de que alguien la defendiera, pero después se percató que a quien defendían era a la protagonista y no a ella. Levantó, inconsciente, su mirada, y vio los ojos llenos de pánico del joven. De un vistazo, pudo ver el parecido con la protagonista. Acababa de hablar su único hermano, el candidato número uno a ser carne de cañón.

El pobre muchacho, se sacrificó en vano por su hermana. A pesar de morir, ella siguió con su juego de las escondidas con el príncipe. Era una lástima, era un chico guapo, amable y obediente, si tuviera un hermano así, incluso aceptaría quedarse un par de años más en este mundo. Pero hasta eso le pertenecía a la protagonista. No pudo evitar sentir algo de envidia, celos y hasta odio.

Apartó la mirada, y durante una milésima de segundo, se fijó en Song Jiaoyue y descubrió que él también la estaba mirando. ¿Significaba eso que la había notado? Agachó la cabeza, pero se dio cuenta que esa mirada ya estaba en el estanque y sintió un escalofrío. Por lo visto el halo de la protagonista era demasiado fuerte como para que ella pudiera conquistar el corazón de alguno de esos hombres.

—¿Sí? Creo que los infractores han de ser exterminados. Rápido, ¡capturen al fugitivo! 

Long Heng no era ciego. ¿Cómo no iba a darse cuenta de quién era? Jamás pensó que la famosa señorita Lin fuera tan audaz como para entrar a su mansión e, incluso, conversar con esa mujer. Pero tampoco tenía mucha importancia. Ese día, por raro que fuera, estaba de muy buen humor, y no le importaba dejarla ir por ahora.

[simple_tooltipcontent=’Traducción: Nebbia Edición: Naiarah’]*Créditos*[/simple_tooltip]

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