Tomarla por la fuerza
Indignado, se dirigió a su habitación, pero a medio camino le informaron de que su madre lo convocaba; así que no tenía más opción que ir a verla.
Cuando vio la expresión disgustada de su hijo, sonrió antes de hablar.
—¿No habías ido a los aposentos de la concubina Bai? ¿Por qué volviste tan pronto?— Ya no le importaba que su hijo fuera a visitar a esa mujer, pero lo que le preocupaba era, que hubiera vuelto tan temprano.
—Ese lugar es frío y desolado—. A pesar de que Long estaba algo deprimido por lo ocurrido, sentía la necesidad de defenderla—. Además, está enferma—. Con esa frase, dejaba claro que por más que le gustara, no pudo tomarla por la fuerza en ese estado.
—¿Frío y desolado?— preguntó con una ligera sonrisa—. La estás defendiendo, pero ¿sabes que fue ella quien así lo quiso? Usó su malestar como excusa para aislarse, fue su deseo, no un intento mío por castigarla—. No había pasado ni una sola noche con ella, y ya la estaba defendiendo. Por suerte, para esa muchacha, esa mesita de té era perfecta; hacía pareja con el juego de tazas que le regaló su hijo. De no ser así, no estaría tan tranquila en esta situación.
—Madre, como siempre, tiene toda la razón del mundo—dijo casi de inmediato, y no volvió a tocar el tema, como si nada hubiera ocurrido.
La señora suspiró para sus adentros; su hijo siempre había sido muy cauto, tal vez demasiado, pero desde que volvió de la guerra, no había podido leer sus expresiones. Sin embargo, acababa de mostrarle sus emociones y ella lo apartó con sus comentarios. Si lo hubiera sabido antes, no habría abierto la boca.
Por norma, los hombres de su edad tenían unas tres esposas y cuatro concubinas, pero él, por el bien de su familia, se alistó en el ejército con apenas diez años. Y, aunque recuperó el título de príncipe, era demasiado tarde para enseñarle a tratar con mujeres.
Por ahora, ya era difícil que tocara a una mujer, aunque le hiciera pasar la noche con ella no serviría de nada. Era un logro que hubiera ido dos veces a ver a Bai, pero cuando volvía siempre tenía esa expresión enojada. No sabía qué habría hecho Xiangxiu para enfadarlo, pero tendría que hablar con ella mañana. Esas señoritas tan puras, no tenían claro cómo satisfacer a un hombre; no les enseñaban nada al respecto, en sus casas.
Sabiendo ya lo que haría al día siguiente, y tras hablar un rato más con Heng, le envió de regreso a sus aposentos.
—Por lo que veo, nuestro príncipe es muy directo—sonrió una de las viejas sirvientas—. No como todos esos caballeros que no hacen más que causar problemas.
—No es bueno que lo sea tanto. A este paso, incluso si se casa con la señorita Lin, tendré que esperar toda una eternidad para ver a mis nietos—dijo, desesperada.
—Sigue habiendo cuatro bellas damas en este palacio. Incluso un bloque de hielo se derrite con el tiempo, ¿no estuvo yendo a los aposentos de la señorita Bai? Créame, el momento no queda muy lejos ya, en cuanto ocurra, los nietos serán cuestión de tiempo. Y si tanto le inquieta, ponga más mujeres a su alrededor; ya verá, que acabará cayendo—. Sin embargo, la señora no compartía su entusiasmo; conocía muy bien a su hijo.
—No—negó con la cabeza—. Lo conozco demasiado; siempre está muy tenso. Si fuera más joven, seguramente funcionaría. Pero ahora, después de haber pasado por el campo de batalla, donde las mujeres más bellas iban a por su vida, será imposible que baje la guardia—. Cuando pensó en eso, suspiró involuntariamente—. Ve y busca a una buena sirvienta capaz de enseñar; céntrate en que explique bien todo lo relacionado con las aves y las abejas, ya sabes—. La criada parpadeó un par de veces, antes de entender de qué estaba hablando su ama.
—¿Piensa enseñarle a Bai? Es una buena elección; parece bastante honesta. Además de ser hermosa—. Sabía que esa mujer tenía tanto el favor del príncipe, como el de la señora, así que se apresuró en buscar a una profesora que estuviera a la altura.
❀ ◦ ❀ ◦ ❀
Al día siguiente, la señora la mandó llamar. Bai estaba bastante preocupada, todavía no lograba seducir al personaje secundario, y ya había provocado a la principal razón de su muerte.
No tenía idea, de por qué estaba allí; así que se quedó junto a la entrada, aterrorizada, con Xiao Shi. Esperando a que la invitaran a pasar.
La sirvienta no tardó en llamarlas y, en cuanto lo hizo, Bai saludó a la señora formalmente, lo que provocó que se sobresaltara; no había necesidad de tanto formalismo, era una mera reunión casual.
La señora tomó un sorbo de su té, antes de hablar.
—¡Levántate!—ordenó autoritaria; a pesar de que quería reírse a pleno pulmón, decidió mantenerse impasible.
—Gracias, señora—. Xiao Shi la ayudó a levantarse.
Bai se quedó a un lado sin atreverse siquiera a levantar la cabeza, ni a sentarse. Sin embargo, se fijó en que la mesita de té, que le regaló, la habían puesto en el centro de la habitación interior, con un juego de té de aspecto caro. Se veía que la usaba bastante.
Tal y como se esperaría de una mujer que creció entre nobles; tenía un estilo y un gusto impecables.
—Siéntate—tuvo que volver a dar una orden para que Bai respondiera. Frunció el ceño, disgustada, se suponía que iba a darle algún que otro consejillo, ¿pero cómo lo haría si le tenía tanto miedo?— Su alteza vino ayer—. Decidió darle una oportunidad—. Dijo que el jardín invernal era un lugar frío y desolado y, tras pensarlo un poco, le di toda la razón. No podéis estar sólo vosotras dos allí todo el tiempo. Al fin y al cabo, ¡pueden pensar que te estamos castigando! En todo caso, en breve te buscaré a algún que otro sirviente más.
Bai comenzó a pensar frenéticamente en lo que debía hacer; no podía permitir que tantos ojos la observaran, no mientras trataba de seducir al personaje secundario. Pero, al mismo tiempo, tampoco podía negarse a hacer lo que pidiera la señora, así que tuvo que reunir todo su valor antes de hablar.
—Estoy muy agradecida por su preocupación, sin embargo, soy consciente de que últimamente no he dormido muy bien, y a menudo enfermo o me deprimo. Me temo que una joven sirvienta podría ser muy infeliz en esas condiciones, tal vez una criada más experimentada sería una mejor opción—. Era normal que hiciera, al menos, una petición así, ¿no?
La señora asintió para sus adentros; no solo no había aceptado ciegamente lo que le propuso, sino que tampoco la insultó. Pero lo que era más importante aún, los deseos de ambas compaginaban muy bien. Era como matar a dos pájaros de un tiro y no pudo reprimir una ligera sonrisa.
—Eres bastante considerada. En tal caso, será como tú deseas, aunque ya elegí a una sirvienta con experiencia para tí. Ha servido a mi familia desde siempre, aunque su vida no fue un camino de rosas; se casó tres veces, pero ahora es bastante feliz.
—Sí, como la señora desee—. No entendía a qué venía esa idea, pero en realidad, casi nunca entendía lo que pretendía esa mujer, así que lo dejó pasar.
—Aunque tenga una vida complicada y se haya casado tres veces, todos y cada uno de sus esposos la trataron extremadamente bien—. La señora parecía entender que su mensaje no quedó del todo claro, así que siguió hablando—. Espero que aprendas mucho de ella—. Dejó la taza de té a un lado—. Escuché que el príncipe visitó tu estancia ayer.
Cuando lo mencionó, Bai no pudo evitar ponerse en guardia y se apresuró a contestarle.
—¡Sí!— ¿Qué era lo que pretendía sacando ese tema?
—Señorita Bai, ¿qué deseamos las mujeres en la vida?—preguntó el ama—. Sin duda, lo que más deseamos, es servirle a nuestro hombre y dejar una profunda huella en su corazón. ¿No cree?
—Sí, señora, tiene toda la razón.
«¡Razón mis cojones! Los hombres no valen todo nuestro esfuerzo». En realidad, si no tratara de sobrevivir, habría abandonado la mansión hacía tiempo y se habría ido de viaje. ¿A quién le importaban las relaciones?
—El príncipe es tu hombre, y no está bien que te visite y se vaya la misma noche. Haz caso a lo que te enseñará la sirvienta que te asigné, y aprenderás a hacer que tu hombre se quede contigo—. La señora parecía no preocuparse en absoluto por lo incómoda que se sentía Bai; como tarde o temprano se convertiría en la mujer de su hijo, tenía la obligación de hablarle sobre ese tipo de cosas.
Bai, sin embargo, no se sentía bien con esa conversación, no entendía a dónde quería llegar con eso. Se le había formado un nudo en la garganta y apenas podía respirar; su rostro no hacía más que ponerse más y más rojo, en parte por la vergüenza, en parte por la rabia.
Pero, teniendo en cuenta su fatal destino, no tenía más opción que agachar la cabeza y aceptarlo. Además, aunque aceptara ahora, si no iba a visitarla, no podría hacer nada al respecto, ¿no? Igualmente la historia estaba a punto de empezar; él se iría en breve a perseguir a su prometida, y ella no tendría nada más que hacer que quedarse en su residencia tranquila, sin provocar a nadie, y actuando como un personaje secundario más.

[simple_tooltipcontent=’Traducción: Nebbia Edición: Naiarah’]*Créditos*[/simple_tooltip]
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