¿Un cactus? ¿Qué es eso?
Liu Yangyang llevaba días pensando en cómo debería manejar su peculiar situación, pero decidió que lo mejor, por ahora, sería interpretar el rol que le había tocado. No podía desvelar su identidad, o por lo menos así ocurría en todas las novelas, para mantenerse a salvo debía convertirse en Bai Xiangxiu, empezando por reconocer ese nombre como propio.
Se sentó frente al espejo e intentó memorizar cada detalle de su nuevo rostro mientras se repetía una y otra vez su nombre. «Es curioso, pero mi nuevo aspecto es realmente hermoso, es una pena que sólo sea un personaje secundario». Se había topado con muchas mujeres bellas en su vida: algunas se lo debían a un profesional, pero otras nacieron bonitas. Había jóvenes agraciadas en internet, en el mundo del arte e, incluso, las «celebridades» del momento. Vio a muchas personas hermosas, pero ninguna le haría sombra a Bai Xiangxiu.
En el libro se mencionaba que era la concubina más bonita, pero también era orgullosa, hasta el punto de ser un poco engreída. Por ello al darse cuenta de que su rival, una muchacha de menor belleza y gracia que ella, conseguía el corazón del príncipe, enloqueció y actuó imprudentemente; condenándose así a una trágica muerte.
Era una lástima. Suspiró y se puso en pie para admirar su reflejo; se fijó en su figura. Tendría unos quince años, no más, pero ya desprendía cierto aire seductor: un bello busto, cintura esbelta y piernas largas. ¡Le daba vergüenza mirar su propio cuerpo!
Justo en ese momento, Xiaoshi decidió echar a un lado el biombo para entrar, pillando así a su señora en ropa interior, observando descaradamente su reflejo. La niña, sorprendida, dejó caer el gran cuenco de cobre que portaba y simplemente se quedó ahí de pie, perpleja.
«Vaya, qué incómodo». Liu, Bai Xiangxiu se frotó la nariz, tosió suavemente y sonrió.
—Rápido ayúdame. Tengo la sensación de que hay un bicho arrastrándose por mi espalda.
Xiaoshi, recobró el sentidos y se apresuró a examinar la espalda de su ama, pero no encontró absolutamente nada. Confundida, carraspeó antes de responder.
—No hay nada en su espalda, señorita.
—Vaya, seguramente sea el vestido. ¿Por qué no me acercas un cambio de ropa?— No pudo evitar soltar un suspiro de alivio en cuanto Xiaoshi se retiró para buscar otro atuendo. No podía seguir actuando así; las personas de esa época eran muy conservadoras.
El patio en el que residía Bai Xianxiu se denominaba Jardín Invernal, y era el más aislado de entre las cuatro residencias de las Nobles Concubinas. La señora la trasladó allí por una razón en particular: a pesar de que tuviera muy buena fama y procediera de una importante familia, era demasiado hermosa, así que temía que su hijo quedara prendado de su belleza en cuanto volviera del campo de batalla, por ello la envió a vivir a la zona más alejada posible. Su intención era distanciarla tanto como pudiera de él, para que su turno de recibirlo fuera el último. Esperaba que entonces tuviera suficiente tolerancia para no caer a sus pies.
En su opinión, era vital aclarar que aunque su hijo tuviera fama de ser un guerrero sanguinario y un don Juan de cuidado, que sedujo a innumerables mujeres, en realidad era virgen. Fue la señora quien arregló todo de esa forma, y Liu no sintió nada en particular al respecto cuando leyó la historia, pero ahora mismo, estando en el lugar de Bai, le estaba profundamente agradecida. Rezaba por no conocer al protagonista. ¿Qué pasaría si la mataba antes de lo esperado? sería horrible.
Sin embargo, no todo lo que leyó en el libro fue una decepción. Tal y como era de esperar, la protagonista tenía ese aura especial, contra el que era imposible luchar. Incluso la divina apariencia de Bai Xiangxiu era ignorada, como si no fuera más que aire. «¡Los hombres de este mundo estaban ciegos!». Preferían, ante todo, a una mujer inocente, claro, ¿quién querría tener una esposa malévola y malintencionada?, se forzó a dejar el tema. Era totalmente irrelevante lo hermosa que fuera, lo único importante era encontrar el camino de vuelta; no estaba hecha ni para ser una protagonista, ni un personaje secundario. Siempre jugó con barro desde pequeña y al fin y al cabo, ser jardinera le pegaba mucho más.
¿Cómo podría volver?
Se miró el dedo que se pinchó con el cactus, y se fijó en que ya había sanado. En ocasiones dolía, pero no era grave. De repente, su mirada se iluminó: «¿podría volver si me pincho de nuevo con otro cactus?». Con esa idea en mente llamó a Xiaoshi. Quien tuvo que dejar de lado el bordado que estaba haciendo para acudir de inmediato a la llamada de su señorita.
Su ama se había comportado de forma muy extraña estos dos últimos días: antes hablaba en tonos más bien suaves, y se comportaba como una joven de alta cuna bien educada, ahora, sin embargo, se convirtió en una persona bastante severa. Incluso su tono de voz, era mucho más elevado que antaño.
—Señorita Xiu, ¿me llamaba?—preguntó con cierto ápice de duda.
—Sí, así es. ¿Hay algún cactus en la residencia?—preguntó emocionada, y su mirada parecía iluminarse con cada palabra que decía, pero no tomó en cuenta que su nueva imagen tenía un poder colosal. Xiaoshi tuvo la sensación de que el rostro de su ama floreció, irradiando una belleza sobrehumana, y se quedó aturdida, sin poder siquiera pensar.
—¿U, un ca, cactus? ¿Qué es eso?—Lo único en lo que podía pensar era que su ama era deslumbrante. No se atrevió a seguir mirándola, al fin y al cabo, ¿por qué debería hacerlo?
«¿Que qué es eso?». Bai Xiangxui recordó que los cactus llegaron a China con la dinastía Ming, sin embargo ella estaba en una novela, a pesar de que estuviera ambientada en la época antigua, era actual. ¿Por qué no había cactus?
—¿Y palmeras de fuego?—Bai ignoró el comportamiento de su sirvienta y simplemente trató con otro nombre conocido de la misma planta. En la antigüedad, algunas personas los llamaban palmeras de fuego.
—Tampoco escuché nada de ellas—. Cuando Xiaoshi terminó de hablar, vio como su ama cayó derrotada y su expresión pasó de animada a abatida. Le dolió el corazón verla así y trató de consolarla—. Señorita Xiu, su sirvienta—hizo una pequeña pausa—. Si esta sirvienta suya tiene tiempo, preguntará por allí sobre esas plantas. Puede que alguien sepa dónde encontrarlas—. Con esas palabras, Bai recuperó el ánimo y su sonrisa, capaz de deslumbrar al sol.
—Gracias, y perdona las molestias.
El pobre corazoncito de Xiaoshi casi se paró; estaba apunto de caer, sin vida, allí mismo, ante su señora. Tras escuchar, no sin dificultad, la descripción de un cactus se apresuró en salir de la estancia, tratando de calmar un poco sus desbocados latidos.
En realidad, su ama siempre fue una mujer bellísima, pero era como una muñeca sin alma. Como un cuadro bonito o un jarrón que uno pondría para decorar el cuarto. Sin embargo, el ama actual, era muy, muy distinta; sus expresiones eran vívidas y su cara, siempre amarga, se llenó de fuerza y vitalidad. Incluso siendo mujer, su corazón latía de forma poco natural al verla. ¿No se volverían locos los hombres si la veían? No podía permitir que ningún varón le hiciera daño, debía protegerla.
Y así, Xiaoshi salió a preguntar por esos cactus, para su querida señora. Pero no fue tarea fácil, y cada vez que volvía sin noticias, la cara desanimada de su ama hacía que le doliera el pecho.
Podía ver cómo el ánimo y la determinación de su señora no hacían más que caer cada día que pasaba sin encontrar esas plantas. Pero ya, cuando la miró con ojos llorosos de cachorrillo abandonado, no pudo soportarlo más.
—Señorita Xiu, ¿por qué no vamos al muelle y preguntamos por allí? Pero, primero necesitamos el permiso de la señora para salir de la residencia.

*Créditos*
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