Perro viejo
—¿El muelle?—preguntó Bai, extrañada.
—¡Sí! Siempre arriba algún que otro artículo de ultramar. A lo mejor encuentra eso que busca— Xiaoshi nunca le habría propuesto semejante locura si su ama fuera la de siempre. De todos modos, ¿cuánto les costaría salir de la residencia? estaba segura que había sido presa del encanto de su ama.
«¡Cierto! En las novelas suele haber algún giro argumental como éste». Bai Xiangxiu se frotó la barbilla; estaba decidida a ir. Quién sabe qué podría encontrar. Tenía la sensación de que su aparición en ese mundo fue demasiado repentina. La gente normal sufriría una especie de coma, o incluso moriría antes de transmigrar, pero no fue su caso. Estaba completamente sana. ¿Cómo es que acabó allí entonces? y más con ese precioso destino cerniéndose sobre ella.
La joven tuvo que dar varias vueltas antes de recuperar la compostura. Obtener el permiso de la señora para salir, ¿eh? Había una expresión que describía a la perfección la dificultad de dicha tarea: ¡Jáj!
La señora era una mujer de lo más conservadora y odiaba la sola idea de que las concubinas de su hijo vagaran libremente, atrayendo molestos insectos, de hecho, esa era la razón de su mala relación con la protagonista. Incluso si las cuatro nuevas concubinas jamás llegaban a establecer relación alguna con su señor, no tenían el derecho de abandonar la residencia hasta su muerte. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en ello. ¡Esa señora era perro viejo! y Bai no podía arriesgarse demasiado.
—¿Crees que la anciana me permitirá salir?— A decir verdad, la «anciana» no era tan vieja. En público la llamaba señora, pero en privado la llamaban anciana.
Xiaoshi negó con la cabeza. La señora era demasiado estricta, ya era extraño, por no decir imposible, que alguien anduviera formando alboroto por la mansión o incumpliera las normas. Estaba segura de que sin una buena razón, esa mujer no daría su brazo a torcer.
Cuando Bai Xiangxiu vio la expresión de Xiao Shi, no pudo evitar reír con malicia, provocando que a su sirvienta se le erizara el vello de la nuca.
❀○❀○❀
Una hora más tarde, Xiao Shi estaba sentada frente a la entrada, sosteniendo un bordado. Tenía la mirada fija en una esquina del portón, pero estaba sumida en sus propios pensamientos.
Tras esas puertas, había un sinuoso pasadizo que conducía al exterior. Era el paso que solían usar los vendedores y sirvientes para traer artículos a la residencia y llevar a cabo distintas tareas de forma discreta.
«Me pregunto si la señorita Xiu logró salir»
Xiao Shi quiso detenerla, disfrazarse de sirvienta no le pareció una buena idea, pero su determinación se esfumó cuando Bai le dedicó un guiño; era plenamente consciente de que la manipuló y se aprovechó de su debilidad. Ahora sabía que todas esas historias sobre las mujeres fatales eran completa y absolutamente ciertas.
Bai salió de la residencia y lo hizo sin dificultad alguna. Los comerciantes solían transportar su mercancía en carretas, y una de ellas tenía una cesta enorme en la que guardaban comida. Se metió dentro y se fue sin levantar sospechas, pero al girar en la primera esquina se detuvieron.
El pobre chico no esperaba lo que encontró. Se giró, mirando cauteloso hacia la cesta, de la que, como si fuera lo más normal del mundo, salió Bai Xiangxiu, con alguna que otra hoja enredada en su cabello y una apariencia un tanto desaliñada. Le dedicó su mejor sonrisa y empezó su acto.
—Lo siento mucho, amigo, me aproveché de tu carreta para salir fuera de la residencia. Permíteme explicarme—. Ya tenía una historia preparada, inventada por supuesto, que explicaría su presencia allí.
Según su historia el padre de su señora había enfermado, pero dado que su señor no dejaría que saliera, ella había tomado su lugar para visitar al enfermo. Bai estaba, de hecho, tomando la misma ruta de escape que utilizó la protagonista en varias ocasiones. El chico se llamaba Sun Si’er, y era un buen niño; por ello le regaló un tael de plata.
La protagonista todavía tenía que aparecer, pero Bai vio al chico cuando paseaba y se le ocurrió aprovechar ese sistema. Ya que en el libro remarcaban su bondad.
Sun Si’er se quedó pasmado, mirando el tael de plata que la joven le estaba ofreciendo. Estaba bastante seguro de que le estaba mintiendo. Solo con mirarla bastaba para afirmar que esa mujer no podía ser una sirvienta. ¡Era, como mínimo, la señora! Aún así, por el gesto impaciente, supuso que tal vez sí quisiera visitar a su padre por su cuenta.
En esa época, era muy extraño que nadie usara la salud de sus padres como una simple excusa, y por eso no dudó de su palabra.
—En tal caso—dijo apresuradamente— partamos lo antes posible. Yo…—hizo una pausa— Mi carreta estará aquí por la tarde.— Quedaba claro que si quería volver la ayudaría a entrar.
«¡Es una buena persona!» Bai le dirigió una amplia sonrisa antes de agradecerle.
—En tal caso, gracias, Sun.— Se puso un sombrero enorme, con un velo, que había preparado especialmente para la ocasión, y cuando llegaron a la ciudad partió hacia el muelle.
«¿Realmente estará a salvo?». La gracia de esa mujer era asombrosa, y aunque llevara un velo, sería imposible ocultar su figura de la miradas lascivas. Sun Si’er estaba preocupado, como alguien bueno por naturaleza, le resultaba imposible permanecer tranquilo sabiendo que alguien podría estar en peligro.
Xiangxiu, sin embargo, ni siquiera se percató de que el joven mercader descubrió su mentira. Todavía le quedaba dinero, así que se encaminó al muelle. Fue pidiendo direcciones a los viandantes, así que no tardó en llegar a su destino. Pero al ritmo al que se movía y lo tapada que iba, para que no la reconocieran, llegó sudada y un poco sofocada.
Aun así, no podía quitárselos, si lo hacía se metería en problemas. Lo único que le quedaba, era usar sus manos como un abanico improvisado, de ese modo se fue paseando entre la multitud que circulaba por el muelle; la mayoría eran hombres, aunque había alguna que otra mujer.
Junto a la dársena, había un pequeño bazar. No estaba muy abarrotado, para lo que ella estaba acostumbrada, así que se integró sin problemas y comenzó a buscar entre los bienes que ofrecían.
❀○❀○❀
Pocas cosas captaron su atención, ya que su mente estaba centrada en su objetivo: el cactus. Lo único a lo que prestaba atención era la flora. Se paseó por todos los puestos, pero nadie sabía nada de ellos ni de plantas mínimamente parecidas a lo que les describió. No pudo evitar sentirse decepcionada, así que echó un último vistazo antes de dar por finalizada su excursión, tendría que volver al palacio con las manos vacías.
De repente, escuchó un leve susurro, sin fuerzas, pidiendo ayuda; le pareció la voz de un niño pequeño. Sobresaltada, miró hacia todos lados, buscando al propietario de dicha voz, pero no parecía haber ningún niño a su alrededor. «Debo estar alucinando por el calor» pensó agitando la cabeza de lado a lado. Ya estaba preparada para regresar, cuando volvió a escuchar esa débil y desolada voz pidiendo ayuda.
No podía ser su imaginación. Le pareció haber captado la dirección de la que procedía esa súplica, de modo que, manteniendo la cabeza gacha, comenzó a buscar entre la multitud, adentrándose en escondrijos y esquinas por las que nadie pasaba. Concentrada en su búsqueda, no se dio cuenta del grupo de personas que se dirigía hacia ella. La gente les iba dejando paso, pero ella absorta en sus pesquisas se quedó sola. ¡Una escena de lo más rara!
Song Jiaoyue, ya estaba acostumbrado a llamar la atención cada vez que pisaba la calle, así que caminaba sin prestar atención a quienes le rodeaban y, como resultado, chocó con una figura diminuta. Una mujer con un gorro enorme y un velo muy largo, que ignoraba por completo la atmósfera del lugar. Mantenía su mirada baja y era evidente que estaba buscando algo e incluso tras chocar con él, lo apartó, impaciente:
—Muévete, muévete. ¿No escuchaste a nadie pedir ayuda?— La voz parecía pertenecer a una muchacha joven, pero el hombre realmente no escuchó a nadie más.
—Señorita,— su actitud le pareció de lo más interesante— ¿Está buscando algo? ¿Necesita ayuda?
—Estoy buscando a alguien— Bai Xiangxiu levantó la mirada, y no pudo seguir. Lo que vio la encandiló tanto, que casi se olvidó de la voz del niño que le pedía ayuda.
El hombre que tenía enfrente, vestía ropajes blancos hechos de brocado, que resaltaban su origen noble, y una corona dorada le sujetaba el negro cabello. Su comportamiento, reservado y elegante, no hacía más que complementar su bello y refinado rostro. Tuvo la sensación de que en ese momento contemplaba a alguien de tan extraordinaria belleza, que ni siquiera el velo que ella usaba podría ocultarlo. Sin embargo, cuando su mirada se topó con el adorno de jade que llevaba en la cintura, le dio un vuelco el corazón; entre la imagen de un dragón y un fénix, sobresalía la inscripción Song. «¿No era ese el abalorio perteneciente al principal personaje secundario?» pensó.

*Créditos*
Comentarios recientes