Condenada a ser carne de cañón – Capítulo 7

¡Oye! ¿Qué clase de espíritu maligno eres?

Xiaoshi fue, en seguida, a regar el cactus, pero en cuanto lo hizo, Xiangxiu escuchó una alegre vocecita agradecida.

—De nada—respondió sin pensar, y se calló «¿Cuántas veces he oído ya esa voz?¡Esto no tiene sentido!».

—Señorita, ¿qué le ocurre?— Vio como su ama, antes postrada en cama, se puso en pie de un salto y se quedó mirando, extrañada, a la planta.

—Oye—levantó la voz, mientras observaba con recelo al cactus—. ¿Qué clase de espíritu maligno eres?

Xiaoshi se quedó muda durante un segundo. Acto seguido salió corriendo de la residencia pidiendo ayuda a voz en grito.

—¡Qué alguien venga, por favor! ¡Llamen al doctor! ¡La señorita Xiu! ¡Algo le ocurre a la señorita Xiu!

A Bai Xiangxiu los gritos de su sirvienta, le produjeron jaqueca y malestar. «¿Cómo que algo me ocurre? ¡Estoy perfectamente bien!».

—No soy un demonio, soy un cactus. Me llamo Huo’er—. Cuando resonó de nuevo, la misteriosa y suave voz, Bai retrocedió varios pasos, asustada. Tenía claro que algo no iba bien y que su sirvienta podía tener razón. ¿Cómo podía oír hablar a un cactus?

—Tú. Tú. No, no tiene nada que ver contigo. Creo que debería ver a un médico—. Volvió a la cama y se acostó estirando brazos y piernas, a la espera del doctor. Aunque, cayó en la cuenta, de que se trataba de una posición muy poco digna, así que se cubrió con la manta.

—Señora, Huo’er se siente muy bien hoy y querría tomar el sol—la voz estaba cargada de la alegría típica de un niño. Bai Xiangxiu, sin embargo, estaba convencida de que su enfermedad no hacía más que empeorar a cada segundo que pasaba.

Poco después, llegó el médico. Era un hombre ya entrado en años, así que ninguno de los dos le dio mucha importancia a las formalidades.

—Doctor—. Bai Xiangxiu estiró el brazo con rapidez— Sufro alucinaciones auditivas, escucho una voz. ¡Rápido, dígame si estoy loca o no!

Los labios del hombre se crisparon; «una mujer demente que acepta serlo sin rechistar. Bueno, para todo hay una primera vez, ¿no?»

—Señorita Xiu—. Sonrió tras tomar su pulso—. Ya se ha recuperado. Sólo necesita tomar algunas medicinas, y todo volverá a la normalidad.

El anciano suspiró cansado; «Corrí todo el camino hasta aquí y resulta que la supuesta enferma está perfectamente sana».  Le recetó un par de tranquilizantes, recogió su maletín y se fue. Mientras, Bai Xiangxiu, acostada en la cama, le susurraba: «Doctor, por favor, quédese, realmente estoy enferma.»

—No soy algo—la voz dentro de su cabeza siguió hablando—. Soy Huo’er. Yo soy Huo’er. Huo’er es un cactus.

¿Alguien, en su vida, escuchó a un cactus hablar? Ella, desde luego, no.

Xiaoshi no tenía idea de qué debía hacer, pero al menos, tras escuchar el diagnóstico se calmó. Probablemente, solo estaba agobiada tras el susto de un par de días atrás y se recuperaría con un poco más de reposo.

Bai Xiangxiu perdió la cabeza durante dos días. Cuando corrió el rumor de que la joven se había vuelto loca, aceptó la realidad de que, no era más, que un cactus parlante. Un cactus que sólo ella podía oír. Si lo ignoraba, todo saldría bien, ¿no?

Aunque Huo’er fuera un cactus, no sabía nada del mundo. Dormía unas veinte horas diarias, y se pasaba cuatro despierto; así que ni se sentía su presencia. Sólo le preocupaba que no conseguía regresar a casa. «¿Puede tener algo que ver con el momento y el lugar?»

Ese día fue al mismo punto, a la misma hora a la que apareció en ese mundo, pero no cambió nada. «¿Tendré que esperar hasta el año que viene para que funcione?» Cuando le preguntó a Xiaoshi sobre el tema, le contó que ese día sería un poco diferente el siguiente año, ya que coincidió con el Festival de los Fantasmas que se celebraba anualmente. No tenía la certeza de lograr sobrevivir tanto tiempo, y el miedo se adueñó de ella; el fatal destino de Xi’er estaba grabado a fuego en su mente.  

Debía encontrar un modo de evitarlo. Necesitaba que alguien la protegiera, alguien detrás de quien poder esconderse si se metía en problemas. Así podría vivir, aunque no pudiera regresar a casa, ¿verdad?

Encontrar a un hombre apuesto en esa época, con quien vivir un romance alocado era una tontería, así que descartó esa opción a la primera, pero ¿quién podía ser su protector?

El protagonista…

No, definitivamente no. Sólo pensar en esa posibilidad, se le formaba un nudo en la garganta. Imposible.

La señora…

Tampoco; no era mucho mejor que el príncipe. Pensándolo bien, el único candidato viable era Song Jiaoyue.

Un hombre delicado, tanto por dentro como por fuera. Si el protagonista era el fuego, él sería el agua, si uno era un sol abrasador, el otro sería la fría y serena luna. El pasado de su familia tampoco era malo, es más, iba a la par con la familia del príncipe. El resto de personajes secundarios eran demasiado débiles; e incluso si conseguía seducir a alguno, jamás se opondría al protagonista.

Si se trataba de Song Jiaoyue, le sería relativamente fácil sacarla de esa relación. Era tan fiel como el protagonista, y si se enamorase ignoraría por completo a las demás mujeres, incluidas sus concubinas. A Song también se le conocía por ser muy dulce con las mujeres, así que resultaba obvio que pasara lo que pasara, nunca le levantaría la mano. Parecía su única salvación.

En cuanto al modo de conseguir su ayuda, debería entregarse por completo a él. ¿Cómo podría, en esa época tener un amigo sin más? La pura y platónica amistad ya era difícil de encontrar en su era, más en ese mundo.

Tras meditarlo un tiempo, Bai Xiangxiu decidió que Song era su mejor opción, le ayudaría a evitar su trágico y solitario destino. De todos modos, el protagonista acabaría echando a todas sus concubinas, tarde o temprano; así que seguramente la entregaría con ganas, ¿no? Aunque la cuestión era: ¿cómo atraer su atención?

Song Jiaoyue se enamoró de la protagonista por su talento; le fascinó su canto, cuando la escuchó tocar en la residencia del príncipe. Así pues, Song amaba a las mujeres por su talento, más que por su aspecto.

Bai Xiangxiu se acarició la barbilla. ¿Cuál era su talento? ¡Lo único que sabía hacer era cuidar de las flores! Si quería acercarse a él, debía mostrarle una habilidad, era la pieza clave del plan.

Tras pensarlo bien, decidió buscar entre los poemas y la literatura de la biblioteca y comparar lo que encontraba con lo que ya sabía de historia; esperaba no hallar poemas conocidos, para así poder declararlos como suyos sin ser acusada de plagio. Entonces, comenzó a leer y a trabajar mucho, tanto como no lo había hecho desde los exámenes de acceso a la universidad.

Xiaoshi, viendo a su ama tan sumergida en los libros, hasta el punto de que se olvidaba de cepillarse el pelo y lavarse la cara; se preguntó si realmente estos serían tan interesantes.

Supuso que en cuanto se acabaran, su ama volvería a la normalidad, pero en vez de eso, al terminar de leer la biblioteca, comenzó a practicar caligrafía. De nuevo, trabajaba día y noche, y llegó a tener que atarse el pincel a los dedos para poder seguir practicando. Xiaoshi temía por ella, nunca la vió exigirse hasta el punto de lesionarse. Entretanto, el resto de sirvientes volvían a rumorear sobre la señorita Xiu, decían que desde el incidente, parecía poseída y su conducta cada vez era más y más errática.

Para cuando las noticias llegaron a oídos del príncipe, ya habían pasado dos meses.

—Mandaré a un par de personas que vayan a verla—. Le comentó la señora cuando le contó la situación—. Si realmente está loca, la mandaré al templo para que descanse un poco, tal vez el poder de Buda la ayude.Long Heng asintió y salió de la residencia de su madre. «No tenía mucho sentido, ¿Que una chica tan vivaz y alegre se volviera loca así como así?» Tras un momento de duda, sus pies lo encaminaron hacia el Jardín Invernal.

*Créditos*

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