Un corazón ansioso, ya sea por diseño o por accidente
Aunque la curiosidad lo estaba matando, no podía permitirse el lujo de mostrarlo. Esa mujer era la concubina de un buen amigo y no podía sobrepasar los límites. Estaba nervioso, pero reprimió sus pensamientos con una sonrisa.
—Nunca pensé que en casa del hermano Long viviría una mujer tan talentosa. Es una bendición—. No mencionó ni el problema, ni a la mujer en cuestión, fingiendo que eso jamás ocurrió.
Sin embargo, a Long Heng, como buen amante de las conspiraciones, no se le escapó que sus palabras escondían algo más. En cuanto Song se fue, golpeó la mesa. «¿Por qué en estos últimos días, esa mujer loca parecía más inquieta de lo normal?» A pesar de que no era más que otra mujer de su harén, dudó antes de ir solo a sus aposentos.
El Jardín Invernal realmente estaba muy lejos. De camino allí, no vio ni a una sola persona y cuando llegó, no había ni guardia en la puerta. Había escuchado que a todas las residencias se les asignaron antiguos sirvientes de la señora y pajes. ¿Por qué, entonces, pasaron por alto esa residencia?
En realidad, su madre no cometería tal descuido. Lo que no sabía era que sí envió sirvientes y pajes, pero Bai Xiangxiu temiendo que serían un obstáculo para llevar a cabo su plan, se negó a aceptarlos aprovechando la excusa de su miedo a los extraños, y el rumor de que estaba perdiendo la cordura.
Como no había nadie vigilando la puerta y él era el dueño del lugar, no pasaría nada si entraba. «¿Verdad?». Tardó un poco en decidirse a entrar a los aposentos de la joven, pero cuando lo hizo, no pudo evitar fruncir el ceño. La estancia estaba sucia y desordenada. Había papel tirado por todo lados, e incluso algunas manchas secas de tinta en el suelo.
La dueña del lugar, estaba en la mesa, con su pelo hecho un desastre, tan revuelto que parecía haber estado horas y horas pensando en algún asunto muy serio. Delante de la chica, estaba su sirvienta arrodillada en el suelo, limpiándolo poco a poco y hablandole a su señora en tono ofendido.
—Ya le pedí que no colocara el tintero al borde de la mesa, señorita, ahora mire, todo el suelo está cubierto de tinta.
«Espera, ¿por qué hay unas botas de hombre aquí? Es demasiado tarde, ¿quién, en su sano juicio, vendría a estas horas?» Xiaoshi, lentamente, levantó la cabeza y vio una expresión fría, pero hermosa ante ella. De inmediato volvió a caer de rodillas.
—Esta. Esta humilde sirvienta saluda a Su Alteza.
—¿Alteza? ¿Qué Alteza? Xiaoshi, deja de bromear. Incluso si viene el emperador en persona, este poema, igualmente tendré que—dejó la oración a medias en cuanto vio que realmente había un hombre delante de ella. Se dió un par de golpecitos en el cráneo y se frotó los ojos—. Xiaoshi, llama al doctor. Se ve que tengo alucinaciones de nuevo, ¿qué hago?
Xiaoshi estaba a punto de llorar por temor. Su señora realmente se había vuelto estúpida con tanto poema. Un cuerpo completamente tangible se encontraba ante ella. «¿Cómo podría ser una alucinación?» Entretanto, Long Heng se quedó boquiabierto. «¿Parezco una mera ilusión? ¿O es que ya hace mucho que esperaba mi llegada?» Cuando pensó en eso, sintió como el calor invadía su corazón.
—¿Así es como le sirves a tu ama? ¿Por qué este lugar está tan sucio y desordenado?
No importaba si un hombre quería a una mujer o no, se alegraría si ella pensaba en él. Siguió mirándola. No aparentaba ser una mujer que idearía sucios planes solo para atraer su atención, e incluso si llegara a hacerlo, no parecía preocuparle mucho.
—Su Alteza, ¿realmente es ústed? ¡Ah!—Bai Xiangxiu no era una joven talentosa, así que estuvo rompiéndose la cabeza con el único fin de sacar algún poemilla de allí, y cuando por fin volvió en sí, un trágico grito abandonó sus labios cuando se dio cuenta de que no saludó al príncipe. Al menos, ya había aprendido algo sobre esas formalidades. Pero, la traicionaron sus nervios, tropezó con la silla en la que estaba sentada, y cayó al suelo cuan larga era. Un dolor agudo atravesó todo su cuerpo y empezó a sudar frío.
—Sa, sa, ¿saludos a Su Alteza?—no pudo evitar tartamudear un poco.
«¡¿Era algo así, no?!» Habiendo estado estos días pensando en cómo seducir al personaje secundario, y con la constante lluvia de ideas para versos, su cerebro estaba funcionando a su máxima potencia. Admiraba a las personas que transmigraron antes que ella. ¿Sabían que iban a viajar de un mundo a otro? ¡Plagiaban y robaban poemas con tantísima facilidad! Pero para ella solo el pensar en los poemas hacía que su cerebro estuviera a punto de explotar. Su intento para seducir al personaje secundario, no tuvo efecto alguno. «¿Por qué entonces vino el protagonista?»
En realidad, las dudas que poblaban la mente de Long se desvanecieron. Para empezar, el estado de la mujer era una evidencia más que clara de que su estado mental no era óptimo, y además la habitación estaba tan sucia y caótica, que no era de extrañar que cogiera el primer papel que alcanzara para envolver el regalo. Cogió uno de los folios, y viendo el contenido completo del poema, no pudo evitar hacer una mueca. «¿Usa este poema para practicar su caligrafía? ¡Lo escribió muchísimas veces!»
En realidad, su teoría no era errónea. Bai Xiangxiu realmente practicaba su caligrafía mientras trataba de recordar poemas.
—¡Levántate!—no pudo evitar dar la orden cuando vio que las rodillas de la joven temblaban, mientras trataba de soportar el dolor muscular.
Bai quiso llorar, pero no le quedaban lágrimas para hacerlo. Siguió arrodillada, sin moverse ni un milímetro, levantó la cabeza para mirar a Long Heng y la volvió a bajar. Esa expresión hizo que el corazón de Long diera un vuelco. «¿Había hecho algo mal, como para ver tanto resentimiento en sus ojos?»
—¿Qué? ¿Quieres que el príncipe te ayude?—Su personalidad siempre fue fría, y a pesar de que sentía que la mujer que tenía delante sólo merecía amor y cariño, no sabía cómo reaccionar. Pensó que agacharía la cabeza y le pediría perdón, o algo así. «¿No era la reacción más normal en las mujeres? ¿Quién era Bai Xiangxiu?» La chica que se ocupó con flores y plantas, y que nunca usaba su cerebro. Incluso si sabía cómo tenía que comportarse, se había quedado completamente paralizada ante el protagonista.
En realidad, el miedo le arrebató todo su ingenio. Con la cabeza gacha, le respondió en tono preocupado.
—En respuesta a Su Alteza: no es que su concubina no desee levantarse, es que—hizo una pausa antes de continuar—. No puedo. Parece que se me entumecieron las piernas.
El joven volvió a quedarse boquiabierto, sin saber qué decir. «¿Cómo podía esa mujer ser tan frágil?» Hacía nada, vio a alguien ser golpeado hasta la muerte, y estuvo dos meses enferma, y ahora perdió su habilidad de levantarse tras estar un rato arrodillada.
—Ayúdale a tu ama a levantarse—ordenó con resignación.
Xiaoshi se apresuró a cumplir la orden, pero como usó demasiada fuerza, acabó levantando a Bai Xiangxiu por su cintura. El corazón de Long volvió a ablandarse ante tal escena. Esa mujer era demasiado ligera. Tanto que incluso una sirvienta tan diminuta era capaz de levantarla. «¿Pesará tanto como una pluma?»
—¡Señorita Xiu, señorita Xiu!— Escuchó, de repente, el grito de la sirvienta—. ¿Qué le está pasando?— Sacudió ligeramente la figura que se debilitó en sus brazos.
—¿Qué ocurre?—Long Heng estaba aturdido, Bai Xianxiu se había desmayado. «¿Qué? ¿En serio? Sí, sé que es frágil, pero, ¿tanto? el simple hecho de arrodillarse es suficiente como para que se desmaye?»
—¿Y bien? ¿qué haces ahí parada? ¡Ve a buscar un médico!— Se acercó apresuradamente y cogió a Bai Xiangxiu. Antes estuvo pensando en abrazarla. ¿Quién diría que su deseo se haría realidad tan rápido? La joven realmente pesaba poco. Y no solo eso, además era muy suave. Y no solo suave, sino también fragante. ¿Cómo puede alguien así suponer una amenaza? Si daba la sensación de que todos los huesos de su cuerpo se romperían si la sostenía con fuerza.
El suspiro que soltó el príncipe, con su ama en brazos dejaron aturdida a Xiaoshi, pero no tardó en recuperarse e ir a por un doctor.
Long Heng colocó a la dama en su cama, que se encontraba en la habitación interior que no era muy espaciosa, por decirlo de alguna manera. Había espacio justo para que se diera la vuelta. Era tan diminuta que era incluso lamentable. La cama tampoco era muy grande, pero igualmente sobró mucho espacio cuando acostó a la joven. «¿Eran los cuerpos femeninos tan pequeños?» La cubrió con su cuerpo, descubriendo que podía envolverla al completo.
No pudo evitar sentir calor, y más aún viendo su encantador rostro, pero recordó las imágenes del campo de batalla. Un sudor frío recorrió su cuerpo y se apresuró a sentarse, frunciendo el ceño. «Toda mujer hermosa es como un latigazo». Era demasiado peligrosa. No quería volver a verla más, así que se fue del Jardín Invernal sin esperar a que llegara el médico.
Su sombra fue su única compañera en el camino de regreso.

*Créditos*
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