La apuesta injusta
—¿Por qué?¿Cometiste un error?
En estos días estaba tranquila, pero Elise era una alborotadora sin fin.
—Si te equivocaste, deberías ser castigada por ello—. Sentenció con voz firme el Marqués.
—¿Es eso así?
—Por supuesto, si hay algo que estés ocultando, lo mejor sería que me lo cuentes ahora. Te perdonaré si me dices la verdad.
—Sólo preguntaba. No he hecho nada mal.
«…aún». Elise suspiró preocupada. «Creo que podría cometer un error pronto. Lo siento, de verdad». Estaba preparada de alguna forma, pero no sabía cómo podría reaccionar el Emperador. «Incluso si el Emperador se enfada, tengo que encararlo. Vamos a poner fin al destino con el príncipe heredero hoy». Se prometió a sí misma una vez más antes de mirar al cielo.
El tiempo que pasó en la Tierra como médico le vino a la mente. El aire fresco del quirófano, constantes vitales inestables, sangre roja y la sobrecogedora línea entre la vida y la muerte. Fue una vida realmente agotadora, pero nunca había sido tan feliz como en esa sala. Extrañaba la sensación de salvar vidas.
«Cuando esto termine…» volvería a ser doctora de nuevo. Después de ser reprendida y castigada por desobedecer al Emperador.
❀ ◦ ❀ ◦ ❀
—El Emperador les espera en el Jardín de Rosas.
Las sirvientas del palacio los recibieron.
El Jardín de Rosas era uno de los lugares más hermosos del palacio. Elise y su padre entraron en la colorida rosaleda, tras un breve paseo encontraron una mesa de té de mármol rodeada de sillas. Y sentado elegantemente en una de ellas se encontraba un hombre de mediana edad revisando documentos.
—¡!
Elise jadeó.
El hombre tenía una expresión benevolente, pero sus ojos agudos parecían poder ver a través de todo.
—¡!
Era el 11º Emperador del Imperio de Britia, Minchester de Romanoff.
—Saludos al Sol del Imperio, el Emperador.
Elise y el Marqués le mostraron sus respetos con un cordial saludo.
El Emperador apartó los documentos que leía y se giró para mirarles.
—Bienvenidos, Marqués y Lady Clarence. ¿Han estado bien?
—Sí, Su Majestad.
—No sólo se queden ahí, siéntense. Y tú, trae algo de té.
El Emperador habló suavemente, pero Elise se acercó a la mesa tan cuidadosamente como le fué posible.
—Os he llamado porque quería veros, ya que ha pasado un tiempo. Casi medio año, es bueno veros de nuevo.
—El placer es todo nuestro, Su Majestad.
—No hay nada especial ocurriendo en estos días, ¿verdad?¿Todo sigue bien?
—Sí, gracias por preguntar, Su Majestad. Todos estamos bien.
El Emperador se rió entre dientes. «Sigue siendo el mismo», en su vida pasada siempre había sido amable con ella a pesar de todas sus faltas. Así que cuando murió debido a su deteriorada salud, ella lo pasó mal. «Me pidió que fuera una buena Emperatriz y no pude cumplir su último deseo. Y aquí estoy hoy, pidiéndole algo que no debería, ¿cuánto se enfadará?». Elise se encogió incómoda.
«Pero ¿se encuentra bien? su salud probablemente no sea tan buena ahora», analizó su cara mientras él seguía conversando con su padre. Podía sentir su cansancio en sus ojos, intentaba ocultarlo pero desde el punto de vista de un médico era bastante evidente. «¿Qué padece?» En aquel entonces el Médico Real de palacio dijo que murió a causa de la mala circulación de su sangre, pero no pudo hallar un diagnóstico exacto.
Su mirada se endureció, «si solo pudiera diagnosticarlo, podría detenerlo». Recordó cómo el Emperador entró repentinamente en coma en aquella época. «Definitivamente olí cetonas cuando se desmayó, su respiración era débil pero rápida, un claro efecto secundario de la acidosis metabólica. Veamos, un diagnóstico que explique porqué estaba tan cansado y que también pueda causar una subida de la presión vascular». Buscaba pistas que la llevasen al diagnóstico como había hecho en su anterior vida como la Doctora Song Jihyun. «Definitivamente es una patología que conozco, ¿qué podría ser?». Tenía la respuesta en la punta de la lengua.

*Créditos*
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