El perfecto matrimonio oculto: adopta un hijo y obtén un esposo gratis — Capítulo 11

El pequeño y el gran bollo

Cuando Ning Xi regresó de la audición, tomó una ducha rápida antes de ir al supermercado para comprar los ingredientes para la sopa, un par de platos y algo de cerveza. Después del estrés que sufrió, no podía no celebrarlo haciendo una sopita en casa. En realidad, era un poco triste que una única persona se comiera toda la olla por su cuenta, pero como llevaba años viviendo sola, ya estaba acostumbrada.

Justo cuando comenzó a preparar la cena, sonó el timbre de la puerta.

«¿Quién podría ser a estas horas de la noche?» 

Llena de curiosidad, abrió la puerta y no pudo no sorprenderse cuando vio a Tingxiao perfectamente arreglado, con un abrigo en brazos en el que estaba envuelto su hijo que, a su vez, sostenía una cesta llena de frutas. Era una pareja de lo más extraña.

—¿Señor Lu? —Estaba un tanto asustada—. ¿Por qué han venido hasta aquí? Es bastante tarde, ¿ocurrió algo?

—Es para comprobar que estás bien—respondió con sequedad.

«¿Para comprobar que estoy bien vienes a las y tantas de la noche trayendo a tu hijo?» No fue más que una lesión insignificante a la que no tenía por qué prestar ni la más mínima importancia. Llevaba ya horas corriendo de un lado para otro, y se encontraba perfectamente.

—Señor Lu, es muy amable por su parte. Por favor, pase. —No era capaz de procesar la información con suficiente rapidez—. Disculpe el desorden, no esperaba visita. —Se sintió muy nerviosa en cuanto los invitó a entrar, por lo que se puso a arreglar todo lo que alcanzara y a empujar revistas y ropa debajo de la cama o el sofá—. Siéntese donde quiera. ¿Quiere algo de beber? ¿Té?, ¿leche? —Trató de adivinar lo que podría querer el hombre, pero se ve que era demasiado misterioso como para que pueda leerlo.

—Bien. —Asintió con la cabeza. Su cara era la de un soldado que estaba informando a sus superiores de algo importante.

Ning Xi comenzó a hervir el agua para el té de Lu y le sirvió un vasito de leche a tesorito. Miró, durante unos segundos, a las dos personas que tenía en el salón. La alta y esbelta figura de Tingxiao estaba apretujada en el angosto sofá y el niño estaba sentado a su lado. Eran como dos gotas de agua, cualquiera que los viera, adivinaría enseguida que son padre e hijo; hasta sus expresiones eran idénticas. Ambos inexpresivos, silenciosos, creaban una atmósfera fría y lúgubre a su alrededor. Cuando lo vio, tuvo ganas de llorar, pero no le quedaban lágrimas. En serio, ¿para qué vinieron? 

Mientras se lamentaba de su mala suerte, la sopa comenzó a hervir y el tentador olor con un toque picante inundó el aire.

—¿Han comido?—preguntó para romper el incómodo silencio—. Preparé sopa, ¿les gustaría comer juntos?

—Que así sea. —Volvió a responder en su forma habitual, mientras que el niño comenzó a asentir con la cabeza.

Había hecho la pregunta por pura cortesía, ¿por qué aceptaron con tantísima facilidad?

Uno era uno de los mayores directores ejecutivos, y el otro su preciado hijo. Ambos habrán probado la comida de los mejores cocineros del mundo y, aún así, ¿vinieron a su casa a comer con ella una sopa plebeya?

Se sentía muy avergonzada por no poder darles más que eso, pero como ya lo ofreció, no podía negarse, así que llevó la sopa a la mesa, y sacó dos pares más de boles y palillos.

—La base de sopa que compré es bastante picante. ¿Puede comer comida picante?—preguntó la joven.

—Está bien.

Pequeño tesoro volvió a asentir.

«Bueno…» Sirvió la comida. 

Tingxiao no comió demasiado, pese a que cocinara vegetales para ellos. Tesorito, por otro lado, amaba la comida picante tanto como ella, así que ninguno de los dos pudo parar de comer una vez probaron la sopa picante. Pasado un tiempo, sin embargo, la chica se comenzó a preocupar.

—¿No es malo para los niños comer demasiado picante? —Si algo le ocurría, no sería capaz de asumir la responsabilidad.

—No es tan débil. —Ning Xi no preguntó nada más al recibir la respuesta—. ¿Cómo te fue la audición? —Al fin, el siempre callado y frío Lu Tingxiao tomó la iniciativa, sorprendiendo así a la joven.

—¡Fue todo un éxito! De hecho, por eso preparé la sopa. Quería celebrarlo.

—Felicidades. —Levantó la taza en su honor.

¿Quién se podría imaginar que él sería el primero en felicitarla?

*Créditos*

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