El perfecto matrimonio oculto: adopta un hijo y obtén un esposo gratis — Capítulo 16

Tal y como se esperaba de mi hijo

Α la mañana siguiente, Ning Xi se despertó por la voz de Lu Tingxiao que provenía de la sala de estar; aunque tratase de hablar en voz baja para no despertarla, no le fue de mucha ayuda. 

—¿Te desperté?—preguntó en tono suave, bajando el teléfono nada más escuchó los pasos detrás de sí.

Ning Xi no contestó, lo único que podía hacer era observar al hombre que tenía delante con los ojos muy abiertos; aún no se había puesto la camisa, así que lo primero que vio cuando abrió la puerta, era su piel desnuda por lo que la impresión fue demasiado fuerte. Se frotó la nariz un tanto preocupada, pero, afortunadamente, no había quedado mal.

Tingxiao, a su vez, no parecía haberse dado cuenta de su extraño comportamiento y levantó, con calma, la camisa de sofá.

—Hay una emergencia en el trabajo—dijo, mientras se abrochaba la camisa—. Tengo que irme. Lo siento, me veo obligado a pedirte que despiertes a pequeño tesoro.

—¡Claro!—asintió la joven.

Estaba a punto de ir a despertarle, pero cuando se dio la vuelta, se dio cuenta que no tenía que hacer nada; un adorable y suave pikachu ya estaba de pie a la entrada, mirando fijamente a su padre. Lu Tingxiao, a su vez, parecía estar disgustado.

—Cambiate—ordenó Lu, mientras se ponía el abrigo, pero lo único que recibió en respuesta a eso fue un fuerte portazo. El pequeño era igual de despiadado que siempre.

Los adultos se quedaron en silencio unos segundos y, en cuanto se recuperaron, Lu intentó girar el pomo de la puerta, pero no ocurrió nada. Estaba cerrada.

—¿Tienes la llave? —Miró a Ning Xi, pero esta solo negó torpemente con la cabeza.

—¡Sí, pero está dentro de la habitación! —Lu se frotó, frustrado, el entrecejo.

—Te doy tres minutos—dijo en un tono frío y profundo—. Si no sales ahora, no volverás a venir a esta casa. —Pero aún tres minutos más tarde, el niño no salió—. ¡Sal! Si esperas a que te obligue a salir, no seré tan amable como lo soy ahora.

—Si que es cierto que tengo que trabajar después y eso, pero no creo que pase nada malo si se queda a jugar un rato.

Mientras sacaba el teléfono, la expresión de Lu estaba entre irritada y disgustada; según lo que vio Ning, iba a llamar a un psiquiatra. Se quedó boquiabierta. ¿No era demasiado llamar a un psiquiatra por una tontería como esta?

—¿Qué tal si me dejas intentarlo? —Tosió, mientras insistía. 

Lu Tingxiao dudó un poco, pero acabó por rendirse y asintió. Ning se pegó a la puerta y le habló al niño con una voz suave y tranquilizadora.

—Tesorito, cariño, la tía tiene que irse a trabajar y no puede cuidar de tí. Ve a casa con tu padre, ¿vale?—El niño ni se inmutó—. Si te parece podríamos intercambiar números de teléfono y así hablar más a menudo, ¡o hacer incluso videollamadas! —De repente, se escucharon pisadas al otro lado de la puerta—. Si la tía llega tarde, el director le gritará. Nuestro director es muy, muy malo… —Primero se escuchó como se abrió la cerradura y, justo después de eso, se abrió la puerta en sí. 

Lu ya se había mentalizado para una larga guerra, por lo que le dio la sensación de estar soñando; miró a la mujer que tenía al lado con cierto desconcierto. Con solo tres declaraciones, ¡Tres!, consiguió persuadir a su hijo. Si tan solo la hubiera conocido la última vez que sucedió algo similar cuando se encerró en el ático. Esa vez toda la familia, los mayordomos y sirvientes, el psiquiatra, y hasta el experto de negociaciones que contrató como último recurso, todos, fueron inútiles. Al final, acabaron rompiendo la puerta y el niño tras eso ignoró a todos durante un mes entero.

Ning Xi, obviamente, no tenía ni idea de lo que había ocurrido aquella vez y lo único en lo que pensó fue que el niño era muy obediente a pesar de su tragicidad. Cuando vio su expresión desanimada, lo cogió en brazos. No pensaba regañarlo, es más, en vez de eso, lo elogió.

—Gracias, cariño, ¡eres muy obediente! —Cuando lo dijo, el pequeño pareció mucho más feliz. Así, estando en sus brazos, le dio una nota de papel, que cogió sin pensarlo dos veces.

—Oh, ¿ese es tu número? Bien, lo guardaré y cuando no esté ocupada te llamaré.

Tingxiao estaba algo extrañado por la situación, ya que su hijo no tenía móvil. En ese caso, ¿qué número le dio? Miró de reojo la nota. Era su número.

«¡Tal y como se esperaba de mi hijo!»

*Créditos*

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