La esperanza de tener una nuera
La señora Lu observó, con atención, a la pareja de padre e hijo y no le gustó lo que vio. Ambos eran rígidos e insensibles, le rompía el corazón verles así.
—Tingxiao, ¿me escuchaste? ¿Y qué es lo que ocurre con tesorito? En todo lo que llevamos de noche, mi niño no se metió ni un solo grano de arroz a la boca. ¡No hace más que mirar su celular!
Sin embargo, quien le respondió fue Jingli, aunque no se entendió demasiado lo que dijo, ya que justo estaba masticando unas costillas agridulces.
—El pequeño está esperando la llamada de una belleza.
—¿Una belleza? —Lo miró confundida.
—¡Ay! Madre, padre, no tenéis por qué preocuparos. Ya encontró a alguien que le gusta—dijo agitando las manos.
—¿Es eso cierto?—preguntó, conmocionada—. ¡¿No nos estarás mintiendo?!
El maestro Lu, sin embargo, estaba de lo más serio cuando dejó los palillos a un lado para observar a Jingli.
—¿Por qué mentiría? ¡Es la verdad! ¡Si no me crees, puedes preguntarle a mi hermano!—dijo mirando a su hermano.
—Tingxiao, ¿es verdad?—preguntó bruscamente el maestro de la casa.
—Tingxiao, ¿por qué no dices algo?—insistió la señora Lu; tenía la sensación de que iba a morir de impaciencia, pues el silencio se le hizo insoportable.
—Sí.
—Mocoso, ¿por qué no puedes decir más de una palabra? ¡Hablar contigo es un desperdicio de esfuerzo!—dijo, airada.
—¿A sí? —provocó Tingxiao demostrando que sí que podía decir más de una palabra.
—Tingxiao—comenzó la anciana insegura—. La persona que te gusta… —No tenía muy claro de cómo hacerle la pregunta—. ¿Es hombre o mujer?
La expresión de Tingxiao se oscureció; apretó tanto los dientes, que casi se podía escuchar el crujir de estos.
—Mujer—dijo en un tono cortante.
Lu Jingli, por lo contrario, se comenzó a reír con fuerza; le hizo tanta gracia la situación, que casi se cae de la silla.
—¡Obviamente es una mujer! ¡Y una muy bella, además!—exclamó entre risas—. ¡A nuestro pequeño le ha gustado tanto, que ahora mismo está esperando ansioso su llamada! —Cuando pronunció las últimas palabras, la mujer se quedó pasmada.
—¡Los ancestros nos han bendecido! Tingxiao, ¿quién es?, ¿cuántos años tiene?, ¿de dónde viene?, ¿a qué se dedica?, ¿cómo de grande es su casa?, ¿y por qué nos lo dijiste ante? de ser así…
—¡Mamá, cálmate! —La interrumpió, Jingli—. ¡Aún no sucedió nada entre ellos, y no te lo dijimos por el miedo de que intervinierais y lo arruinarais todo!
Ambos sabían que si sus padres descubrían quién era la muchacha y cuál era su reputación, por no hablar de la profesión, jamás se saldrían con la suya.
—Bueno—dijo el maestro Lu—. Si a Tingxiao le gusta, no puede ser una mala persona. No te preocupes tanto.
—¿Que no me preocupe? ¡No actúes como si no te importase! ¡Já!, de verdad, ¡como si no fueses tú el que se levanta cada noche por la preocupación, y sale al porche a fumar!
—Los estándares de tu hijo son muy altos, así que la chica realmente tiene que ser muy buena. Piensa que incluso a pequeño tesoro le ha caído muy bien. —En cuanto lo explicó la mujer se calmó al instante.
Cuando, al fin, todos se calmaron un poco, sonó el teléfono. Era el móvil personal de Lu Tingxiao, y no eran muchas las personas que se sabían ese número. Cuando Jingli fue a ver quién llamaba, vio que, efectivamente, era Ning Xi.
—¿Es la chica?—preguntó la señora Lu, emocionada.
Jingli asintió con la cabeza y le ayudó a tesorito a coger la llamada; el pequeño jamás usó un celular, por lo que no sabía cómo contestar. Lo cierto es que Lu Tingxiao le había comprado un teléfono en el pasado, pero como no le ha gustado, jamás lo tocó. Todavía a día de hoy, nadie sabe qué pasó con el aparato.
En cuanto Jingli pasó el dedo por la pantalla, la atención de todo el mundo se concentró en la conversación y Jingli, como el más desvergonzado que era, presionó su oreja contra el teléfono para escuchar bien lo que decía la joven.

*Créditos*
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