Salvando al bollito
El bollito estaba tan, tan asustado, que su rostro se puso más pálido de lo que ya estaba, pero la joven, o bien no se dió cuenta de ello, o bien, simplemente, decidió ignorarlo. Se sentó a su lado y cerró los ojos; sentía que su cabeza estaba a punto de estallar y así, en esa posición, acabó por dormirse sin siquiera darse cuenta de ello.
Despertó solo cuando sintió algo cálido en una de sus piernas. Miró, perpleja, hacia abajo y se topó con que el niño estaba pegado a ella, agarrando el dobladillo de su ropa.
No pudo evitar soltar una risilla ante tal escena. Cuando todavía vivía en el campo, tenía un gato; el animalillo era muy cobarde, y temía a las personas como nada en el mundo. Siempre que veía a un humano, salía corriendo sin mirar atrás, pero cuando uno comenzaba a ignorarlo, bajaba su guardia y ahí, cuando ya se daba cuenta de que no había peligro alguno, se apegaba a la persona de su elección e incluso, pasado un tiempo, podía acabar durmiendo en sus piernas.
El bollito sintió su mirada y se sonrojó. Al menos ya no parecía sentir el miedo de antes, sino que más bien parecía tener curiosidad. Con cada expresión del pequeño, se asimilaba más al gatito. Xi volvió a sonreír, tratando de contener las ganas de acariciarlo, pero pese a todo su esfuerzo acabó pasando la mano por su cabeza revolviendole el pelo y, en cuanto lo hizo, no pudo no fruncir el ceño.
«¿Por qué está tan caliente?» pensó para sí.
—¿Tienes fiebre?
Lo más seguro era que Chang Li planease mantenerla encerrada en ese pequeño almacén hasta el día siguiente y dejarle salir solo cuando la audición ya hubiera terminado, o incluso algo más tarde. Si no le bajaba la fiebre, podría tener consecuencias letales. En ese instante, cuando asimiló la gravedad de la situación, el pánico se apoderó de ella, pero aún así se dio cuenta de algo extraño; a pesar de que la luz había desaparecido hace tiempo, el espacio estaba algo iluminado. Miró a su alrededor y se percató de que cerca del techo había una diminuta ventana por la que entraba algo de luz. Enseguida buscó una escalera y la colocó bajo la ventana.
—Ven aquí, bollito, te ayudaré a escapar. —Por primera vez en toda la noche, el niño reaccionó a sus palabras: negó con su cabecita, decidido a permanecer en esa oscura habitación. Viendo la determinación con la que se negaba, entendió lo que estaba ocurriendo y sonrió. —¿Por qué, de repente, tanta solidaridad? ¿O es que quieres quedarte a mi lado y sufrir? Sube, anda. La ventana es demasiado pequeña para mí, pero tú podrías salir por ella. No puedo ir contigo para ayudarte, pero puedes ayudarme tú si sales y buscas a alguien. —Viendo su indecisión, cogió al pequeño y lo subió a la escalera—. Venga, se valiente. No vaciles, estaré aquí, abajo. No permitiré que te caigas.
Cuando el niño estaba a salvo, la chica comenzó a bajar la escalera, pero se sintió muy mareada y, en ese momento de repentino aturdimiento, se resbaló, perdiendo el equilibrio y cayendo. El rostro del niño, en principio inexpresivo, se llenó terror absoluto en cuanto vio la escena que tenía lugar ante él.
—Ve. —Se forzó a decir la chica.
Bajo la luz de las estrellas su rostro era pálido y frágil, pero aún así su belleza era indiscutible. Sus ojos destacaban más que cualquier otra cosa, rebosantes de un brillo elegante, reflejaban el oceano de constelaciones repartidas por el cielo nocturno. Ya no era la pueblerina que era antaño, ni tampoco ese «patito feo» que solía ser, pero, ¿de qué servía? Sonrió amargamente. Todavía no se había vengado y por lo visto tampoco tendría esa oportunidad en el futuro. Al menos, antes de su muerte hizo una buena acción; al fin y al cabo, salvó al bollito.
Si su hijo no hubiera muerto, lo más probable es que tuviera la misma edad que él. Hacía nada más y nada menos que cinco años, tras el fatídico accidente, la familia Ning, avergonzada de ella, la envió al país M, a una universidad cualquiera para niños ricos derrochadores de segunda generación. Sus padres la abandonaron, acabó dejando la universidad que eligieron por ella y entró a la de Nanjia, donde a un ritmo alocado asimilaba todo nuevo conocimiento que le proporcionaban, pues soñaba con derrotar a Ning Xueluo y reclamar aquello que debería haber sido suyo. Pero había algo aún más importante que eso: actuar era su mayor sueño.
Cuando volvió a su país, trató de usar todo lo que tenía en sus manos, desde el aspecto físico, hasta el talento, con el fin de llamar la atención de Chang Li. Consiguió así formar parte de «Luz estelar». En principio, el pertenecer a esa compañía le abriría muchas puertas, pero Ning Xueluo acabó en el mismo lugar y sobornó a Chang Li para que se deshiciera de ella.

*Créditos*
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