Me encantaría casarme contigo
Antes de poder continuar, Jingli tosió un poco.
—Es complicado no echarle la culpa. Cuando Xi estaba en el extranjero, todas sus relaciones no eran más que aventuras. Siempre dejaba tirados a sus novios. Es una mujer alucinante. Por lo visto Su Yan fue el único hombre al que amó. —En realidad, habría sido mucho mejor no decir nada, pues, tras su explicación, la expresión de su hermano empeoró aún más. Jingli no tenía palabras ante tal reacción. Si todavía no empezaron ni a salir y ya tenía la sensación de que quiere masacrar a todos sus ex, ¿qué le esperaba después?—. Hermano, aunque vayas a esperar a que se enamore de ti, deberías traerla a «Glory World». ¡Es inaceptable que siga con «Luz estelar»! Hasta donde yo sé, lo pasa realmente mal por Xueluo—refunfuñó el hombre.
—Todavía no ha llegado el momento—dijo Tingxiao mirando a la muchacha que, con toda la tranquilidad del mundo, abrazaba a su hijo.
Cuando, al fin, llegaron a casa, tuvieron otro problema. Cuando Xi vio el deportivo, se paró en seco y sus ojos brillaban como nunca. Se tiró encima de este, como si prefiriera morir antes de abandonar ese coche. La muchacha tenía la expresión de una adolescente que acababa de encontrar a su hombre perfecto.
—¡Oh, pequeño, blanco…! ¡Cariño!
La expresión de Tingxiao era todo un poema en ese instante; sufrió tanto, entró al baño de mujeres para recogerla, discutió con ella, la llevó de vuelta a casa, y ni siquiera llegó a tratarlo bien. Es más, lo llamó «gran rey demonio». ¿Y ahora qué? Ahora trataba mejor su coche que a él mismo. Jingli, a su vez, cuando vio la escena, no pudo evitar reírse.
—Hermano, ¿no estarás celoso por un coche, no? Jaja, ¿quién te dijo que cogieras ese auto en concreto? No sé si te lo dije, pero cuando estuvo en el extranjero, era mejor que muchos conductores profesionales. Y su debilidad siempre fueron los coches deportivos. Es normal que esté encantada con el mejor deportivo del mundo—dijo, deleitándose de la desgracia de su hermano. Pero después se dio cuenta que había alguien aún más celoso que su hermano, y era el hijo de este. Cuando vio que llamó «cariño» a alguien más, estaba a punto de llorar.
Ning Xi, a su vez, parecía no darse cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor y, con una expresión aturdida, pasaba las manos por todo el automóvil.
—Cariño, eres tan hermoso. Como si fueras un sueño hecho realidad. Sabes, realmente me encantaría casarme contigo.
En cuanto pronunció tales palabras, Tingxiao apretó aún más los puños, hasta el punto en que los nudillos se veían blancos. Cuando le propuso matrimonio, se alejó de él, como si fuera una bestia indomable, y ahora se proponía a su propio coche.
—Viejo Zhang, traeme un martillo. —Tingxiao se arremangó, decidido, y Jingli dejó de reír casi al instante.
—¡No! ¡Hermano, cálmate! ¡Este automóvil vale casi dos mil millones! ¡Si no lo quieres, dámelo, lo llevaré y te prometo que nunca volverás a verlo! —Cuando terminó de hablar, se giró y Ning Xi, a pesar de su aspecto delicado, lo tiró por encima de su hombro.
—¿¡Quién se atreve a tocar a mi niño!? —Parecía como si podía asesinar con la mirada.
—Por favor, perdóname la vida, estaba muy equivocado—dijo Jingli agarrándose la cadera. La muchacha parecía ser una veterana en el judo; sintió como toda su vida pasó ante sus ojos cuando lo lanzó
—Mi querido, no tengas miedo. —La muchacha se sentó en el asiento del conductor, abrazando el volante.
—Joven maestro. —El viejo Zhang estaba desconcertado. Lo acababan de echar del coche, y no tenía ni idea de lo que tenía que hacer.
Tingxiao agitó su mano, en señal de que se fuera, y miró a su hijo. Sentía como le comenzaba a doler la cabeza por todo ese caos.
—Ya es tarde, así que ve a la cama. —El niño, sin embargo, negó repetidas veces con la cabeza, pues no quería separarse de la muchacha. Tingxiao, en vez de enfadarse con su hijo, le habló en un tono suave—. Deberías saber que a las chicas no les gusta cuando las personas que más le importan las ven en su peor momento.
«La gente que más le importa». Tesorito pensó mucho antes de dar la vuelta para irse.
—Hermano, ¿no te estás pasando? ¡Incluso le metiste a tu hijo!
—¿Tienes algo más que decir?
—Claro que sí, quiero que sientas el calor que emite este sujetavelas que tienes delante. —Podía sentir la penetrante mirada que le dirigió su hermano, y decidió rendirse—. Bien. Me iré, me iré, pero deja de mirarme así. —Jingli dio varios pasos hacia delante, antes de mirar hacia atrás. Un hombre, una mujer y un auto. Pueden pasar muchas cosas esa noche. Sin pensarlo dos veces, sacó su cámara nueva y buscó una buena posición.

*Créditos*
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