El perfecto matrimonio oculto: adopta un hijo y obtén un esposo gratis — Capítulo 48

Mis ex quieren atraparme

Así, en un abrir y cerrar de ojos, toda la estancia se había convertido en un mar carmesí y Ning Xi, cabreada, sostenía una tarjeta que decía: «Que no se te olvide recogerme. El malvado rey de las hadas». 

—Señorita Ning, firme aquí, por favor. 

—Ehm, ¿podría no firmarlo? La verdad es que sería una molestia para todos dejar esto así. —La joven intentó rechazar cortésmente la entrega.

—Me temo que es imposible, señorita Ning. —El hombre parecía algo preocupado—. Verá, le prometimos a nuestro cliente que no nos iríamos hasta que acepte el regalo.

—Ning Xi, acepta. ¡Acéptalo!—dijo el director de arte que estaba a su lado—. Da la casualidad que en una de las escenas tenemos que usar rosas, y gracias a ti tendremos menos problemas con la preparación. 

Como se lo pidió el director artístico y tampoco quería complicarle la vida al pobre repartidor, acabó por ceder y, frunciendo el ceño, firmó la entrega.

Entretanto, todos los allí presentes, no hacían más que hablar de lo que acababa de ocurrir. 

—¡Oh, dios mío! ¡Tantas, tantas rosas! ¡Pero qué romántico! Me pregunto quién se las habrá enviado.

—¿A qué viene la pregunta? ¡Es obvio que es de un admirador! Jej, las mujeres bellas siempre tienen un trato especial; es solo el primer día de grabación y ya la enviaron todas estas rosas. 

—Parece mucho, pero tampoco es que costara una fortuna—dijo Cui Caijing, la asistente de Xueluo. 

Nada más habló, entró otra persona preguntando por Ning Xi. Esta vez no era nada espectacular ni elaborado; simplemente le entragaron una cajita pequeña, pero aún así, todos la estaban observando de reojo, llenos de curiosidad. 

Xi abrió la caja con un ápice de sospecha, y descubrió un diamante enorme y muy brillante, junto a una nota: «Tanto tiempo sin vernos. YS». Cuando vio las iniciales, su expresión se volvió aún más sombría. ¿Será que ambos se las arreglaron para que recibiera los regalos a la vez? Lo único que quería era no destacar y mantenerse cabizbaja. ¿A caso pedía demasiado?

La joven recibió ambos regalos en la primera mitad del día, y desde ese momento el equipo no dejó de chismorrear. 

—Oh. Dios. Mío. ¡Ese diamante es tan grande! ¡Es enorme, y su brillo casi me deja ciego!

—¡Sus admiradores están locos!

—A saber si es real—susurró Cui Caijing que, esta vez, no tenía mucho más que decir.

Ning Xi se sentó, abatida, con la sensación de que su vida estaba a punto de terminar. Todo lo que tenía que ocurrir, ocurrió, y no tenía dónde esconderse. No había nada que pudiera hacer salvo disculparse con el director. 

—Director Guo, lo siento mucho. De verdad que no era mi intención molestar al equipo. 

—No te preocupes—dijo sonriendo, al tanto que agitaba sus manos corroborando sus palabras—. Es normal que una joven bella tenga tantos admiradores. No hay nada malo en eso, además de que, al final, vamos a usar tus flores.

Xueluo, parecía estar muy tranquila ante tal escena, pero en realidad estaba apretando los dientes con tanta fuerza, que casi los rompe. ¿Acaso podía no sentir celos? Esa sucia campesina hacía que los hombres perdieran la cabeza por ella. Obtenía con tanta facilidad las cosas por las que ella misma tendría que elaborar un complejo plan. 

Xi, por otro lado, antes de comenzar a filmar la siguiente escena, buscó un lugar tranquilo para hacer una llamada.

—Hola, amor, ¿ya recibiste mi regalito? —El hombre que contestó la llamada tenía un tono de lo más tranquilo.

—¡Jiang Muye! ¡Lo hiciste a propósito!—dijo cabreada. 

—¡Pero vamos a ver! Pero si eres la primera persona a la que le regalo rosas y encima no las quieres. ¡Ay, no tienes corazón, ni gusto!

—¡No intentes cambiar de tema! ¿Qué es lo que pretendes?

—Nada, absolutamente nada. Simplemente decidí recordarte que me tienes que recoger. ¡Ya lo prometiste, así que ahora no puedes negarte!

—¡Já! ¿Aún tienes el valor de decirme que te recoja? ¿Acaso no temes por tu vida? —Ning Xi, pese a todo lo que ocurrió, reprimió sus ganas de asesinar a esa persona.

—Oye, oye, ¿acaso vas a romper tu promesa?—soltó con frialdad. 

—Que no se te olvide que la única condición bajo la que acepté recogerte era que me prestaras ocho millones. Ya no los necesito. ¿No recibiste mi mensaje?

—Ni se te ocurra, ya me lo prometiste y el resto no me importa. Es cierto que ya no necesitas ese dinero, pero aún así acepté ayudarte en un momento difícil en cuanto me lo pediste. Además, no era poco dinero precisamente. Fui sincero, y ahora es tu turno. Odias deberle a la gente, ¿verdad? ¿Acaso no te hice un favor yo?

*Créditos*

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