El perfecto matrimonio oculto: adopta un hijo y obtén un esposo gratis — Capítulo 5

Encontramos al pequeño joven maestro

Entre tanto, en una de las habitaciones de «Edén», la atmósfera estaba muy tensa; todo el personal allí presente, incluido el dueño, el gerente y hasta los guardias, temblaban de miedo. El desastre parecía ser inminente, pues el heredero de la corporación Lu, el preciado hijo de Lu Tingxiao había desaparecido.

El padre del niño estaba sentado en el sofá, con una expresión fría que no prometía nada bueno. Emanaba tal presión, que todos y cada uno de los presentes tiritaban y no podían dejar de sudar frío. Ninguno se atrevió a pronunciar palabra salvo un joven que se encontraba a los pies del hombre, llorando y limpiándose a ratos los mocos y las lágrimas.

—Hermano, ¡perdóname, por favor! Es culpa mía, ¡no sé en qué estaba pensando cuando traje nuestro pequeño tesoro al bar! ¡Si algo le pasa, no podré seguir viviendo! —Cuando el hombre terminó de hablar, recibió una patada en el pecho. El crujir de los huesos causó escalofríos a todos los testigos de la escena, metiéndoles aún más miedo en el cuerpo.

Lu Jingli se agarró del pecho y tosió con fuerza, antes de volver a su posición previa y seguir humillándose. Ahora mismo, sus padres estaban fuera del país, y  no sabían nada de lo ocurrido, y si lo supieran, no se limitarían a un simple castigo físico como el que le acababa de dar su hermano. Como mínimo, lo desollarían. Sentía desesperación; era patético. Mientras se lamentaba por su triste existencia, alguien tocó la puerta.

El dueño del bar se apresuró a abrir la puerta, pero se extrañó al no ver a nadie. Tardó unos segundos en bajar la cabeza en busca de la persona que había llamado, y se quedó atónito al verla.

—¡Jo-joven maestro!

—¿Tesorito? ¡Dios, tesorito, querido! ¿Dónde has estado? —Lu Jingli se levantó apresuradamente y, emocionado, comenzó a abrazar al niño; las lágrimas, esta vez de alivio, siguieron corriendo por su rostro sin parar.

Todo el personal de la estancia se sintió aliviado; todos sobrevivieron al desastre. 

Lu Tiangxiao se dirigió hacia ellos, agarró a su hermano por el cuello y lo tiró hacia un lado sin menor esfuerzo. 

Ya libre del monstruoso agarre de su tío, el niño cogió a su padre de la mano y tiró de ella.

—¿Qué ocurre?

Lu Tingxiao se agachó para estar un poco más cerca de su hijo y pudo captar, más allá del aroma del vino, una leve fragancia; no era el olor de un pesado perfume, sino que, más bien, un ligero y fresco aroma, como el de una flor que crece en un glaciar. Le provocaba una sensación de deja vu y, a la vez, de temor inexplicable.

Al percatarse de que su padre no se había movido ni un solo centímetro, el pequeño levantó la mano, señalando hacia la puerta, con una expresión de lo más preocupada. 

Lu Tingxiao lo cogió en brazos y comenzó a caminar hacia donde señalaba el niño.

Todos los que estaban detrás de él lo miraron con cierta impotencia antes de seguirlo. Cinco minutos después, se pararon frente a la puerta del almacén. El niño inclinó su cuerpo para dejar claro que quería bajar al suelo y, en cuanto tuvo la oportunidad, corrió hacia la puerta y comenzó a golpearla con ansias.

—¿Qué pasa tesorito?, ¿qué hay allí? —La frente de Lu Jingli estaba cubierta de sudor.

—Abre la puerta—ordenó Lu Tingxiao con tono seco.

—Sí, sí, sí, claro, ya voy. —El dueño comenzó a asentir con energía, para luego girarse hacia donde se encontraba la gerente—. Gerente, ¿qué ocurre? Se puede saber, ¿por qué sigues parada allí? ¡Abre la puerta! ¿¡Dónde están las llaves!?

—Ah, ¿Abrir? —La gerente se puso rígida—. ¿Abrir la puerta?

¡Qué mala suerte! ¡Esa maldita Ning Xi seguía allí! ¡Pero si le había prometido a Chang Li que no le permitiría escapar hasta que la audición terminase! Con los dos herederos de la familia Lu y su jefe esperando a que cumpla las órdenes, no podía negarse; lo único que le quedaba es temblar mientras sacaba las llaves para abrir la puerta.

En cuanto hizo lo que le pedían, todo el mundo pudo ver a la mujer tendida en el suelo.

—¿¡Pero esto qué es!? ¿¡Por qué hay una mujer aquí!?—gritaba, enfurecido, el dueño del bar.

—¡Yo…! —No sabía muy bien qué decir—. ¡No tengo ni idea! ¡He revisado la zona antes y no había nadie! —Trató de defenderse la muchacha.

—Agh, ¡es igual! ¡salvémosla primero y luego ya lo discutimos!

En ese instante, alguien corrió hacia Ning Xi, pero el niño se lanzó sobre ella con una expresión feroz, sin permitir que nadie se le acercara.

*Créditos*

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