Sarangheyo
—Déjalo por aquí. ¡Ayúdame a darle las gracias a tu amo!—dijo mientras sacaba el móvil para escribirle al pequeño.
A pesar de que todo el equipo de producción parecía estar ocupado haciendo su trabajo, no había una sola persona que no mirara de reojo a Ning Xi, ansiosos por saber qué era lo que le enviaron esta vez. Todos se sorprendieron mucho al ver tres botellas con algo que parecía no ser más que simple zumo.
Cuando recibió el primer regalo, parecía estar muy preocupada por las molestias que pudo haber causado su admirador. Con el segundo regalo la joven no parecía ni sorprendida, ni complacida; más bien estaba molesta. Pero ahora, con este pequeño regalo sacó el móvil y, con una expresión de completa felicidad, escribía un mensaje a alguien. Sorprendidos por tal giro de los acontecimientos, todos comenzaron a comentarlo.
—¡Ja! Hoy en día el dinero no funciona con las bellezas. ¡Lo único que importa son los sentimientos!
—Cierto. La chica dijo que lo hizo su amo, ¿no es adorable?
—¡Apuesto lo que sea a que sea quien fuere que envió este regalo, será el que se quede con su corazón al final!
—Yo apuesto a que se quedará con el del diamante.
—¿Por qué nadie apuesta por el de las rosas?
❀ ◦ ❀ ◦ ❀
Después de haberse bebido los zumos, Ning Xi se volvió a sentir viva, mientras que, en la otra punta de la ciudad, Lu Tingxiao estaba haciendo compañía a su hijo en casa.
La notificación del móvil sonó de repente, interrumpiendo la paz de la sala, y cuando Tingxiao cogió el móvil no pudo evitar sonreír; Ning Xi le había mandado un mensaje.
«Cariño, ¡gracias por los zumos! ¡Han sido deliciosos! ¡Sarangheyo!»
Se quedó un buen rato mirando la pantalla de su móvil, antes de hacerle señas a su hijo, que llevaba ya mucho tiempo sentado frente a la ventana, completamente inmóvil y sin mostrar emoción alguna.
—Tesorito, ven aquí. —Trató de llamarle, pero el pequeño no reaccionó en absoluto. No le quedaba otra que suspirar y hacer otro intento—. Se trata de un mensaje de Ning Xi. —El nombre de la chica funcionó como si fuera algún tipo de hechizo, pues el pequeño, en cuanto lo escuchó, se levantó de un brinco y corrió hacia su padre para, pegando un salto, tratar de alcanzar el aparato. Sin embargo, no pudo lograr su objetivo, pues el hombre lo puso fuera de su alcance—. Podría dejar que lo leas si me llamas «papá».
La expresión del niño mostraba claramente las pocas ganas que tenía de hacerlo. Era tal su desagrado que casi comienza a llorar, por lo que, en cuanto vio los primeros signos de lágrimas en sus ojos, Tingxiao no tuvo otra opción más que rendirse y darle el móvil a su hijo.
En cuanto el pequeño cogió el aparato con sus manitas y leyó el mensaje, todo su ser pareció llenarse de satisfacción. Tingxiao lo estaba mirando preocupado; había muy pocas cosas que podían llegar a angustiarle y su hijo era una de ellas. Era muy inteligente; tan solo con seis meses ya comenzó a hablar, aunque tampoco es que lo hiciera mucho debido a su carácter tranquilo, pero antes al menos hablaba. Desde ese accidente no volvió a pronunciar palabra. Tingxiao había perdido demasiadas partes de la infancia de su hijo y, para cuando quiso hacer algo al respecto, ya era demasiado tarde. ¿Acaso, podría volver a llamarlo «papá» de nuevo?
El niño siguió mirando fijamente el mensaje, como si hubiera algo en él que no acabara de comprender y, pasado un rato, se rindió y se acercó a su padre señalando con su meñique a la palabra «Sarangheyo» para que explicara su significado.
—Partícula modal. No tiene ningún significado especial—respondió con total seriedad.
—Oh, venga ya, oppa. ¡No engañes a tesorito! Mira, «Sarangheyo» significa «te amo» en coreano. —En cuanto terminó de hablar, Jingli pegó un brinco haciendo la forma de un corazón con sus manos—. ¿De acuerdo?
En cuanto escuchó la explicación, el niño miró con desdén a su padre y salió corriendo para seguir haciendo zumos.
En realidad Tingxiao hablaba con fluidez doce idiomas y si Ning Xi lo hubiera escrito en coreano, lo entendería perfectamente, pero como no fue el caso, no cayó en la cuenta de que se refería a eso.
—¿Acaso no tienes que trabajar? —Tingxiao miró con recelo a su hermano, comportándose como un jefe que le echaba la bronca a su empleado. A Jingli, sin embargo, pareció no haberle afectado en absoluto; movió la silla para sentarse frente a su hermano y lo miró con bastante emoción.
—¡Jefe, tengo información muy valiosa!
Lu Tingxiao, sin embargo, con su expresión ya dejaba claro que no iba a decir absolutamente nada el respecto, y si quería que lo escuchara tenía que soltarlo de una.
—¿Sabes lo que acabo de escuchar? —Jing Li agitó las manos emocionado—. ¡Hoy los admiradores de Xi le enviaron regalos!
—El zumo lo envió tesorito.
—Lo sé, lo sé. Por eso lo comento. Hubo dos personas más que le enviaron regalos. El primer admirador le envió tantas rosas que cubrieron todo el estudio de grabación, mientras que el otro le regaló un diamante enorme.
Tras escucharlo, Tingxiao se había congelado; en un día tan caluroso de verano, no era la peor forma de combatir el calor.

*Créditos*
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