La despreocupada vida en prisión — Capítulo 7

La noble disfruta del festín

Eliot llevó a cabo sus maquinaciones, para cumplir su amenaza. Lo veía como un castigo para Rachel, por haberle humillado. Sin embargo, sólo quería verla derrotada, débil y sometida. Estaba seguro de que acabaría admitiendo su derrota. 

Su plan consistía en privarla de alimento. Cada día, el guardia comería frente a su celda, la comida que iba destinada a Rachel. Por muy extraordinaria que fuera la joven, nadie podía sobrevivir sin comida demasiado tiempo, de modo que acabaría cediendo. Esta vez, Eliot estaba seguro de tener la mano ganadora.  

❀ ◦ ❀ ◦ ❀ 

Por esa razón, el guardia estaba sentado a su mesa, frente a la celda de Rachel, anonadado ante la opulenta comida que él mismo había traído.

—Ay, ¡hasta el pan negro sabe distinto para los nobles! la textura es tan lisa, no es ácido y huele tan fresco. —El hombre analizaba el menú con un tono de lo más monótono, como un reportero de gastronomía desganado. Pese a ello, seguía siendo efectivo contra la mujer encarcelada, que se quejaba de su propia comida.

—Está bien comer avena, pero tal y como pensé, no hay suficiente leche en polvo… al menos tiene pasas, así que no está tan mal. 

—¡Y esta pechuga de pollo asado! Pese a que se haya enfriado, tiene mucho sabor. Ay, ¿no es demasiado extravagante para un prisionero?

—Si hablamos de comida, la mía también tiene un sabor bastante fuerte. Aunque la carne de este pato asado, después del encurtido, quedó bastante seca. Bueno, supongo que la comida enlatada tiene sus limitaciones.

—¡Además hay postre! La naranja está un poco agria, pero aún así ¡está buenísima!

—Ah, este melocotón blanco en almíbar también está bastante bien. Puede que carezca de frescura, pero sigue siendo bueno. Tiene un dulzor distinto al habitual. —Rachel saboreaba la comida en conserva que almacenó, sentada en una silla, frente a una mesa plegable. Sonrió con dulzura cuando su mirada se cruzó con la del guardia—. Después de todo, es comida envasada, no puede saber tan bien como la fresca. El señor guardia me está dando envidia con su espléndido festín.

—Ajaja, si siente envidia, disculpese con el príncipe lo antes posi… —En ese momento, sus engranajes mentales conectaron—. ¡Espera un momento! —Se levantó de un salto, con tan poca gracia que golpeó la mesa, tirando la bandeja metálica y los platos al suelo, con un fuerte estruendo—. ¡No trates de tomarme el pelo!—gritó con ojos llorosos.

—Decidí darle conversación, porque el señor guardia parecía estar disfrutando de su deliciosa comida.

—Acaso, como noble, ¿¡lo único que sabes hacer es molestar a los demás!?

—Oh, ¿no era su almuerzo? Debería empezar a organizar la comida teniendo en cuenta el menú del señor guardia.

—¡Basta! ¿¡Es que sólo sabes burlarte!? ¡Te la devolveré, no podrás reírte siempre!

—Bueno, eso no está bien. No jugamos en la misma liga, señor guardia.

—Todos los nobles pretendéis ser justos y sinceros, mientras hacéis que otros hagan todo el trabajo sucio por vosotros, para no mancharos las manos…

—¿No es ese su trabajo ahora, señor?

—¿¡Cómo!?—gritó, apuntándole extremadamente airado; le desquiciaba el descaro y la calma con que le respondía—. ¿¡Te crees que puedes seguir así!?

—Oh, qué miedo, ¿es una amenaza?

—¡En algún momento te quedarás sin comida! ¿¡Y crees que el príncipe, te perdonará, cuando le pidas clemencia, derrotada y famélica!? —Mientras gritaba, se fijó en la gran cantidad de cajas que había en su celda. ¿Cuántos meses le iba a durar eso?

❀ ◦ ❀ ◦ ❀ 

Tras el informe del guardia, cambiaron de estrategia.

—¡Mierda, mierda, mierda! —El príncipe dio rienda suelta a su rabia, retorciendo su rostro de formas que nunca mostraría en público, pero no estaba solo. 

Sykes y George intercambiaron miradas tras un profundo suspiro. También había allí un par de sirvientes que tuvieron la mala suerte de presenciar esa escena, aunque trataban con todas sus fuerzas, de pasar desapercibidos. 

Quedaba patente que Rachel era muy habilidosa. Gracias a su gran previsión, había almacenado suficiente comida para desbaratar los obtusos planes de Eliot. Quien seguía pateando el suelo, incapaz de pensar en su siguiente paso.

—Rachel… no llorarás de hambre, pero ¡podemos provocarla con especias que la hagan salivar!

—Según el informe del guardia, en su menú hay suficiente variedad para que eso no…

—¿Podemos cortarle el suministro de agua? Si no puede beber, tendrá que salir.

—Para hacerlo, tendríamos que destruir la mitad del sistema de fontanería y si nos equivocamos de conducto, medio palacio acabaría inundado. 

—¡Mieeerda! —El príncipe estaba perdiendo la cordura. Aunque, nunca tuvo mucha entereza, ni resistencia mental.

—¿Qué desea hacer? — preguntó con cautela Sykes.

—¡Déjala estar!—le escupió —. Si el guardia sigue por allí, se convertirá en su pasatiempo particular. —Curiosamente, George opinaba lo mismo que él, pero nunca se atrevería a ponerlo en palabras. 

—¿Podrás retener al duque Ferguson? — Preguntó Eliot de nuevo enajenado. 

George sabía que su hermana mayor acabaría desquiciando al príncipe, pero tras esos últimos arrebatos, perdió toda esperanza de recuperar al antiguo Eliot.

—Es imposible sacar las provisiones que ya tiene en la celda, pero me aseguraré de que mi padre no la apoye más.

—Hmm, Rachel no pudo preparar todo eso sin la ayuda financiera que le proporciona la casa ducal. Estoy seguro que, en cuanto se entere de que ya no tiene fondos, acabará saliendo.

—¡Ja!

Pobres ingenuos, no cabía en sus mentes que Rachel jamás tocó el dinero de la casa ducal para llevar a cabo su plan. Y, por si fuera poco, había algo más que no se esperaban mi Eliot, ni el mismo George, y era que el duque y la duquesa ya había perdido la fé en su heredero.

❀ ◦ ❀ ◦ ❀ 

Unos días después por la tarde, cuando el guardia estaba haciendo su ronda, Rachel le llamó. 

—Señor guardia.

—¿Qué pasa?, ¿ya se ha calmado un poco?

—En realidad creo que quien debería calmarse es su alteza.

—¿Qué…?

Rachel no parecía preocupada en absoluto; sostenía una lata con su postre, a juzgar por el olor dulzón que desprendía.

—Señor guardia, ¿ya no come conmigo?

—Ah, ese plan fue descartado. Más que hacerle sufrir a usted, acabé haciendo el ridículo, como un idiota.

—¿A sí? —Inclinó la cabeza, con una expresión de lo más confusa—. Pero comer sola no es divertido. — Le puso ojitos de corderito.

—Oh, es descarada, aunque a veces puede ser adorable. 

—Sin ver los ojos llorosos del señor guardia, no siento que haya ganado, por lo que la comida no sabe tan bien.

—¡Será…! ¡Váyase a leer sus aburridos libros!

—Exacto, de esa expresión le estaba hablando. 

—¡Cállate!

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